Corsino vive en las afueras del conurbano bonaerense. Hace varios años heredó un café en el que trabajó desde los doce años. Aquel bar, más conocido como La Milonga, se encuentra en la ciudad de Buenos Aires resistiendose al paso del tiempo. Como buen símbolo del melodrama, Corsino cuenta y comenta las andanzas de personas que alguna vez se acercaron al café. Pero también escribe lo que se ha enterado y ha vivido en muchos de sus viajes. La razón de ¿porqué el dueño de un cafetín cuenta esas historias? no lo se. Una posible respuesta sea seguramente porque hoy forman parte de su vida.

martes, 30 de julio de 2013

Lado B, Parte XXVI

DEL PASO POR NUEVA YORK III (Última parte)
Casi cinco meses antes, en E.E.U.U., Nueva York, Febrero del 2008

El diario de Agustina III


Volvimos al departamento allí hizo un chocolate caliente con malvaviscos para mí y Anee, que estaba estudiando para un examen…y al lado de la ventana que daba al balcón hablamos y hablamos sin parar.
 A la noche Philip Salió con Sarah y unos amigos. Me habían invitado pero decidí quedarme en el departamento y repasar la clase de español que iba a dar al otro día.
Revisando los mails me encontré con un correo de Dani. Estaba haciendo una materia de verano y no contaba que no tenía mucho trabajo. Pero no le contesté, me senía super rara.
Pasó una semana y seguí encontrándome con Philip, íbamos a pasear a muchos barrios de las comunidades que llegaban a la ciudad. Mientras veíamos los lugares me acordaba de lo que Dani me había dicho un par de veces: que era como la Boca pero mucho más grande. Conocí algunos escenarios donde se hizo Friends, por el Central Park vi el lugar más triste, ese donde mataron a Lennon, algunos bares donde se escuchaba Jazz y blues. Philip sabía mucho de Jazz y parecía que en cada esquina se acordaba de una anécdota y más de una vez me lo quedaba mirando como perdida, y el me preguntaba: “How you don´t know?”.  A lo que yo le respondía con una trivia de Tango y el se llevaba una mano a la frente sin saber que decir. Lo que me sorprendió fue que encontramos un lugar donde bailaban tango y última semana que estuvo en N.Y. fuimos a ver que tal era y tomamos algo.
Ahí me preguntó directamente si tenía novio porque muchas veces me ponía distante. Y le dije que algo así. El se sonrió y yo no sé como estoy escribiendo esto pero estoy tratando de ser lo más sincera posible.
Lo cierto es que ese día empezamos a salir aunque él a los dos días volvió a Michigan. Nos seguimos hablando por facebook y Skype. Y con Dani no sabía como hablar, me costaba escribirle. Me parecía una guachada cortar por msn. No se merecía eso ni tampoco lo que le estaba haciendo pero eso era lo que sentía y ya me habían pasado muchas cosas como para seguir engañándome.

Llegó marzo. Dani escribía sobre que había aprobado el curso de verano en la facultad. Que me extrañaba mucho pero que entendía que yo no pudiera escribirle. Pensé que con la distancia de Philip me iba a olvidar de todo y seguir como si nada pero estaba confundida. Él me llamaba y hablábamos horas. Me decía que le estaba por salir un nuevo proyecto, que nos íbamos a ver muy pronto pero yo hubiera preferido que no llamara y me hiciera más fácil la decisión. Me sentía cansada, trataba de concentrarme lo que más podía en el trabajo y el curso Italiano que había empezado, luego del de Historia francesa del Arte, me estaba volviendo loca.
A mediados de mes, un fin de semana, Philip nos visitó. Fuimos a visitar algunas islas, la Estatua de la Libertad y algunos barrios de los alrededores, como dirían algunos: "turismo japonés".

El mes se terminó, llegó abril y tenía que volver a Argentina. Comencé a preparar todo para el viaje. Fue un viaje increíble, llevaba conmigo amigas, invitaciones de viajes a Francia y la idea de volver a Nueva York entre muchas cosas. Dos días antes de viajar, Philip viajó nuevamente. Estaba cansado por el viaje pero igual sonreía y me prometía que la próxima vez sería él quien iba a viajar en avión.

Viajé sin escalas hasta Buenos aires y llegué el 8 de abril a la tarde. Con la valija esperé un ratito afuera y como no llegaba le mandé un mensaje de que lo esperaría en el café del primer piso donde se preparaban para el embarque.
A la hora apareció subiendo la escalera eléctrica. Cuando lo vi, lo primero que me salió fue ir a abrazarlo rápido. No me había dado cuenta de cuanto lo extrañe. Le quería hablar pero no tenía voz, y el se reía.
Me acuerdo que mientras viajábamos en el remís casi no hablamos. No sabía que decirle, le contaba algunas cosas y el me contaba todo lo que había pasado aunque mucho de eso me lo había escrito en los mails. Además yo hablaba con mi hermana, por lo que cada vez que el quería hablar yo le contestaba “sí, ya sé…ya me contó…”.
Empecé la Facu sin problemas, aunque una semana y media atrasada, me puse al día muy rápido.
Yo sabía que no estaba algo distante de Dani pero él también estaba algo raro porque no hablábamos como antes y él menos.
El trabajo en la librería lo empecé de a poquito pero mi papá intervino y todo continuó casi como siempre. Me acuerdo que Yayu estaba se había puesto de novia con un chico que conoció en una fiesta que fue durante las vacaciones en Mar del Plata. El chico vivía en el centro así que no pasaba un día que no lo viera. Por otro lado hablé mucho con mi hermana de que hacer. Porque hasta ese momento yo sentía que lo que había empezado con Philip era serio, aunque conforme pasaban los días me parecía más un sueño. Yo seguía hablando con él como aquellos días en que había vuelto a Michigan. Ella me decía que hiciera lo que sintiera y eso mismo iba a hacer...





LABYRINTHUS III-El Camino del muerto

La pregunta seguí en su cabeza, pero ya no quería saber más, aquel que la acariciaba siempre recibía golpes al pensar en su cara. No soportó más, la misma semana que los vio, revelaciones y decepciones desde el cumpleaños de Jalva, ingenuo en creer que las personas son buenas, que existen los amigos, que a la hora de repartir abrazos el figuraba en una lista fuera de esos que se dan por compromiso.
Estaba solo la noche anterior al día ese, estaba solo frente a un televisor viendo lo patético que se veía ahí sentado riéndose de los mismos chistes que venía escuchando desde hacía diez años...si se viera en un futuro no muy lejano que se diría, cómo se sentiría, tenía años por delante, planes que morían a cada segundo y él sin iniciativa, ¿acaso la tenía? ¿Qué sentía? ¿Sería por la amargura de no estar con ella que se le cruzaban todas esas ideas? Cómo saberlo si entre la radio, la televisión y esa puta soledad no buscada no podía pensar...


Una vez en Retiro, sacó un pasaje a La Pampa. Aquella llanura que desde hacía tiempo lo llamaba, sus padres no estuvieron de acuerdo debido a los exámenes que tenía que dar pero en cuanto a eso nunca los había defraudado y finalmente le dieron el visto bueno. Preparó su mochila y se fue a donde no había más que llano, algunos árboles, pasto y lo que por suerte seguía siendo la nada.

Con tan solo dos libros, una mochila y una alforja se tomó un micro hasta Santa Rosa, la capital de la Provincia. De allí comenzó a caminar por la ruta 152 un auto que pasaba lo alcanzó hasta General Acha donde buscó un campamento y se quedó dos días. El lugar era casi como se lo imaginaba, tenía llanos y valles, el famoso parque eólico y en Utracán conoció a unos mochileros que iban a visitar la laguna. Estuvieron sin hacer nada casi todo el día hablando, jugando al truco, comiendo unos sándwiches y sufriendo un poco el frío del invierno que a pesar del sol sin sombra se hacía notar. Le dijeron a Daniel que iban para Mendoza que para donde iba él. Pero la respuesta fue “no sé, me largué para la pampa porque tenía ganas de ver el llano”. Si era así dijo una de las chicas del grupo, tenía que visitar el Parque Lihué Calel. Dijeron que era casi reserva pero que muy cerca había un camping donde quedarse. Tomo los datos y cada uno siguió su rumbo.
Daniel se sentía libre, pero no podía respirar, caminaba y sentía un vértigo que no lo llevaba a ninguna parte. Pasó la Noche en General Acha y al otro día desarmó la carpa, calentó agua caliente con una garrafita que tenía una familia y continuó su viaje.
A medida que se acercaba veía algunas sierras bajas que parecían solo lomadas. Todo empezaba a ser pasto y tierra, algunos animalitos merodeaban el costado de la ruta pero él seguía. Estaba cansado, luego de casi siete horas de caminata descansó a un lado y vio una camioneta que iba para Lihuel Calel. El hombre lo alcanzó al parque mientras escuchaban la radio y el extraño comentaba las noticias del campo y las respuestas del gobierno. Al llegar al Lihué Calel lo orientó a donde tenía que ir.
Aquella noche acampó muy cerca del parque, no se escuchaba más que el ruido del pasto y algunos árboles que se movían por el viento. El aire tenía una extraña frescura que se sentía en cada rincón del pequeño iglú.
Era una noche cualquiera en la que podría haber tenido tranquilamente mucho miedo pero se durmió sin saber cuando. Y al otro día comenzó a caminar por el parque, estaba nublado pero aún así era increíble, un vigía le dijo donde se encontraban las pinturas rupestres y lo acercó y en la casa de piedra se encontró con un chico de unos diez años tomando caña y ebrio hasta la medula. Le trató de avisar al vigía pero no estaba, no lo había acompañado.

-¿Estás bién?-Preguntó Daniel.

-Qué mierda te importa-contestó el pequeño borracho.
Daniel no tenía mucha paciencia y decidió irse. Cuando las nubes soltaron la tormenta que se cansaron de contener.
Se volvió al chico y le preguntó que hacía ahí. Y él se paró tambaleándose y le dijo "es por tu culpa". Daniel no entendía nada.

-Ahora que me escuchás, sos vos el que no habla- Parecía un chico pero hablaba como un viejo, con la voz rasposa y la mirada cansada. Daniel seguía preocupado porque no paraba de llover.

-No te preocupés. El agua nunca llega hasta acá. Además ya te vas.

Fue entonces que Daniel se acordó del sueño que tuvo una vez, hace mucho tiempo. Era el chico que no hablaba, que tenía un papel en la mano y que había buscado por todos lados en algo inverosímil.

-Si, soy yo. A ese que confundiste con una canción del despertador. A ese que desde hace años no escuchas, a ese que eras y dejaste olvidado en no se donde. ¿Dónde estamos?

-En la Pampa.

-¿Y por qué viniste hasta acá? ¿No tendrías que estar haciendo otras cosas?

-Si, pero necesitaba tomar distancia. No sé…como que no sabía para donde estaba yendo. O sabía y me perdí. No sé. No confío en nadie y no sé por qué. No creo en nada, todo me parece inútil e inalcanzable. Y lo que es peor no creo depender de mi mismo. Sí o sí estoy ligado a la decisión de los otros.

-¿Y me pedís consejos a mi? Soy muy chico como para pensar en eso y vos demasiado grande y boludo como para hacerte problema por eso.

-No sé, pero estoy acariciando la locura. Siento que ya no sé quien soy. No me termino por decidir en nada, todo queda a mitad de camino. Esto no es real. Y vos no existís. ¿O me equivoco?

-¿Ahora acaricias la razón pero aún así me preguntás si existo o no? Pensás con la razón y te haces a la idea de que estas hablando con un sueño. Bueno eso no es muy razonable aunque usés la razón... lo que solo deja un gran signo de pregunta a que es lo razonable, que es lo que está bien y mal según la razón.

-Puede ser. Creo que el entendimiento escapa a la razón.

-Bueno según este tipo-tomó un libro de Julio Verne- cuando escribió esto no era muy coherente. Sin embargo el hombre viajó a la luna y los submarinos existieron. Lo que parecía fantástico fue real. Parafraseando a Richelieu “todo....es una cuestión de fechas”. Hasta si sos viejo o joven ¿Cuando se deja de ser joven? ¿Cuando se pierden los sueños? Tu problema es no escuchar esos impulsos naturales y tu peor error es controlarlos…dejalos fluir libres, sin miedos ni fronteras. ¡Que vuelen!


La lluvia fue cayendo cada vez menos fuerte. Daniel miró en la extensa llanura y salió a la lluvia, extendió los brazos, vio al cielo relampaguear y no parpadeo. Comenzó a correr y a patinar por el barro. A jugar sin saber por qué. El chico salió de aquella casa en forma de cueva y también comenzó a chapotear. Hacían pelotas de barro y se las lanzaban, por desgracia Daniel no tenía mucha puntería. La lluvia cesó y los dos chicos quedaron todos sucios, con las caras llenas de barro. Ahí Daniel se dio cuenta de quien era el chico de diez años y sin entender por qué, vio como Daniel desaparecía desde una altura mucho mas baja. Solo dijo sonriendo “gracias” dio un respiro y se desvaneció completamente. De la nada salió el vigía y le dijo al pequeño Daniel si ya se había divertido con las pinturas rupestres todavía podían ver los guanacos y si tenían suerte a los choiques.
Dani le preguntó cuando volverían al camping y el vigía contestó en un parpadeo: "en minutos".

Al despertar aquella mañana pidió un poco de agua caliente en la proveeduría y salio a caminar. Estaba soleado y el viento invernal no era frío sino refrescante. Salió a caminar y se encontró con el Guarda Parques que lo orientó por el lugar. Lo llevó a donde estaba el arte rupestre y lo dejó ahí un buen rato. Daniel caminó por la llanura sin mochila, sin alforja solo el, su pulóver y el sol de una tarde que terminaba. Era libre y respiraba, por fin respiraba.
Al día siguiente emprendió la vuelta a su casa. Por fin volvía, por fin de vuelta a la senda.
 

Continuará…

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