Corsino vive en las afueras del conurbano bonaerense. Hace varios años heredó un café en el que trabajó desde los doce años. Aquel bar, más conocido como La Milonga, se encuentra en la ciudad de Buenos Aires resistiendose al paso del tiempo. Como buen símbolo del melodrama, Corsino cuenta y comenta las andanzas de personas que alguna vez se acercaron al café. Pero también escribe lo que se ha enterado y ha vivido en muchos de sus viajes. La razón de ¿porqué el dueño de un cafetín cuenta esas historias? no lo se. Una posible respuesta sea seguramente porque hoy forman parte de su vida.

domingo, 3 de junio de 2012

Lado B, Parte XVII

COMENZANDO A SER 2008 II

Tuvo que ir a la facultad antes de empezar el curso de verano para preguntar el porque no le asignaron una metería. En secretaría le contestaron que seguramente no tenían cupo que pruebe con otra cátedra. Fue a revisar sus notas y materias asignadas en una computadora donde tenían también los horarios y ver con cual podía combinar. Sin nada mejor que hacer se le ocurre ver las materias rendidas y le salió un aplazo de una materia que jamás había cursado. Les fue a exponer este problema a los de secretaria, de que había descubierto el porqué no le habían asignado la materia, le bajaron el promedio con ese 2 ficticio. Le dijeron que si era un error administrativo tenía que buscar al profesor y escribir una carta al decano. Cosa que hizo inmediatamente sin ayuda del centro de estudiantes, que según sus palabras era: “un centro de chicos militantes sin nada mejor que hacer, sin necesidad de trabajar y con las facilidades de obtener apuntes, libros, cortes de promedio, el visto bueno de muchos profesores, etc…un centro cuasi-corrupto que en cambiaba nada las políticas que imponían los directivos. Por aquellos días se decía que la mayor parte de los centros de estudiantes de las universidades, oficiales y no oficiales eran respaldados por los partidos políticos de izquierda y derecha que gobernaban Argentina. Eran bipolares entre radicales, peronistas pero se estaban comenzando a sumar los del Pro (el partido de Mauricio Macri, que recientemente había sido elegido Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos aires- Capital federal- . Este era un partido de derecha, republicano y opositor al Kirchnerismo). El kirchnerismo era el centro de estudiantes que representaba a la Facultad de Derecho y tenía el nombre de La Nuevo Derecho. Se preocupaban por que el café y las medialunas no subieran de precio…y también, por supuesto, tener un aula multimedia gratuita. No pregunten". De los tres universos que ocupaban sus dìas, dos se encontraban entre la paranoia y la nebulosa castigados por la ingnominia...como si fuera poco....eso dejaba solamente el barrio.

De Pablo y amigos a Febrero

Mientras tanto de vez en cuando Daniel iba a casa de Pablo con quien se tomaba unos mates con yuyos que cultivaba este último. A veces se encontraba con Cristian, pero muy de vez en cuando se juntaban los tres. Pocas veces salió el tema de Agustina. Sin embargo Daniel no quería hablar del tema, y para evitar preguntas soltaba que ella no estaba en Buenos Aires, había vuelto por las vacaciones al sur con la familia. Increíblemente a ninguno le extrañaba esa respuesta. Ninguno preguntaba como hacía con el trabajo. A ninguno le importaba y con el tiempo Daniel empezó a mirarlos como ajenos a todo lo que rodeaba su vida. Pero esa cosa extraña que empezó a surcarle las neuronas también le sirvió para aislarse de todo y crear un rincón que solo él conociera. En ese rincón de alguna forma se comenzaron a acumular las tristezas, los odios, las alegrías, lo más trascendente pasó a un segundo plano definidamente.

Vio en ellos esa actitud reflejada de alguna forma, pero mucho más en Pablo. El vivía a cinco cuadras de su casa, era al que más veía. Ni Alberto (el Jalva), ni Cristian, ni Alexis, ni Cecilia, ni etc…ninguno deambulaba tantas veces por esa casa.
Pablo siempre se destacó por su falta de memoria y su capacidad de quitarle importancia a todo, esa capacidad de aguar cualquier cosa y fluir con ella como un río sin fin.
[…] En como se llevaban era la forma de ser del grupo. Cristian era el ácido y efervescente, Alberto el que si escuchaba la palabra fiesta y alcohol en la misma frase perdía cualquier compromiso. Sin embargo en cuanto a lo que tenía en común, bueno la música era algo que los acercaba. Pero en esto Alberto (Jalva) estaba casi excluido, no compartía ningún gusto musical, y para ir a ver alguna banda…bueno, alguna que otra vez se sumó para ir a ver a la Bersuit Vergarabat. Eso él siempre lo destacaba diciendo que no sabía porque estaba entre ellos. Pero era un pibe con el que se podía hablar de cualquier cosa. Amigo y basta…para todos era suficiente con que fuera el Jalva.
Cristian, Pablo y Daniel más de una vez se juntaron a zapear algún tema cuando Pablo todavía tenía la batería y los otros instrumentos de las bandas que tuvo allá por el 2004, antes y después…eso no sucedió en el 2008, pero vale la pena recordar.

La casa de Pablo era un centro de reunión desde que terminaron el secundario, aquel centro que fue la casa de Victoria, pero ella se fue a vivir a España antes de que finalice el 2006 y con el tiempo ese centro también se perdió, la casa de Pueyrredón y Roque S. Peña pasó a tener nuevos moradores que no tenían mucho que ver con el grupo del secundario y poco a poco ya nadie iba a Pueyrredón excepto Daniel que siempre compartía unos mates con el colgado de su amigo, hablaban de películas…se jactaban de cinéfilos y melómanos…aunque esas dos palabras jamás las decían. No hacía falta. Pero de mujeres, novias, pocas eran las palabras sobre esos temas. De amigos, si. Pablo siempre preguntaba por Cristian y Alberto a quienes no veía en mucho tiempo.
Entre otras cosas Daniel siempre iba a casa de Pablo para el 31/12 era un cliché desde que iban al secundario, donde se conocieron. Y siempre, por más de que tuvieran diferencias, no se vieran en meses o Pablo no estuviera…Daniel lo esperaba en el jardín tomandose unos mates con Vilma, la madre de Pablo y jugando con el Chule, el perro petiso de la familia. Y siempre desde el 2000 se colgaban ratos a hablar de nubes y abejas. Sentados en la vereda de su casa veían pasar los autos y admirando a las vecinas que de vez en cuando los ojeaban tomándose una cerveza.


Y así eran aquellas esporádicas tardes en que se veían, eran alegrías para el solitario que esperaba a su novia. No tocaban tema y por momentos eso se borraba de su mente. Pablo por otro lado estaba en encrucijadas por trabajos en los que no duraba. Había trabajado en “Teletech”, un call-center en Capital Federal, como había estudiado inglés se había pasado meses hablando con estadounidenses a quienes tenía que venderles “Nextel”. El problema era que los despertaba, por la diferencia horaria, a la madrugada y la mayoría de las veces eran puras discusiones y no ventas.

A veces Pablo no se juntaba con sus nuevos amigos, a quienes Alberto y Cristian nombraron Amigos Musicales. Estos eran personajes de l bario, cercanos y no tanto. En esos días, cuando no se juntaba con ninguno de ellos, Pablo llamaba a Daniel y se iban a jugar al pool en un Bar de San Miguel o en “Napoli”, un Bar de José C. Paz. Pero había algo que pocos sabían…un chica. Uno de esos amigos musicales de Pablo estaba de novio con Pamela o “Pame”. Ella seguía cada banda de su novio y muchas veces iba con Pitu a casa de Pablo a tomar unos mates. Algo que poco a poco comenzó a hacer sola…
Agustina nunca entendió la amistad del grupo, la mayor parte de las veces Daniel era quien los visitaba y en muchos casos ella no salía con él porque él se había comprometido con ellos. Alguna vez ella le dijo: “a veces soy la del segundo plato”. Él no lo veía así, simplemente se escudaba en que casi nunca los veía y eran los únicos con quienes no tenía la necesidad de hablar de la facultad, del trabajo, las novias…en fin eran otro mundo, un mundo descontaminado en el que se iba desenchufando de todo…aunque a veces sentía las palabras de su novia como un alfiler en el pecho y si, quería surcar algún tema importante las risas de fondo parecían grabadas como respuesta segura.

De las Aventuras de Daniel… Febrero 2008

Comenzó el curso de verano y la ciudad estaba casi vacía. Estudiaba todas las semanas y los encuentros entre amigos se redujeron. No había noticias de Agustina y la hermana casi nunca estaba en el departamento. Daniel no quería llegar al punto de llamar a Yayu, la amiga de su novia, no quería parecer desesperado. Y lo que era peor, trataba de concentrarse en aquel curso intensivo y rendir la materia que solo duraría un mes. Pero la verdad es que tenía la cabeza en cualquier lado y los exámenes eran todos los viernes de aquel mes.
Un día, casi cercano al mes de marzo, Daniel iba caminando por el camino vecino a las vías. Una vereda de la Av. Libertador. Caminaba sin ver demasiado, más que el alambrado que separaba las vías de la vereda. De un momento a otro se detuvo un auto negro, un Chevrolet Picasso. Una señora bajó la ventanilla del lado del acompañante y le preguntó como encontrar la subida a la autopista. Daniel le dijo que tenía que ir para el lado de Retiro, en la misma dirección en la que iba él. Pero antes de darse cuenta dos hombres gordos, de camisa negra gastada, pelo casi largo y enrulado se bajaron del auto y lo sujetaron de los brazos. Daniel casi no podía reaccionar. La señora gorda, mayor y de ojos grises balbuceaba palabras extrañas… empezaron a palparlo a Daniel y le sacaron la billetera. El que le había soltado un brazo, le decía estate quietito…Daniel le manoteó la billetera donde tenía los documentos soltando la carpeta donde llevaba el celular y los apuntes calló al suelo al mismo tiempo que las tarjetas y documentos…solo quedaron dos billetes de cincuenta pesos que el hombre tomó dejando caer también la billetera. La señora terminó de hablar y le tiró una estampita envuelta en unos yuyos junto con los lentes que sin saber como le habían sacado. Los hombres se subieron al coche y el chico se dio cuenta de que había sido robado por gitanos en plena avenida donde pasaban cantidad de autos. En medio de la multitud estaba solo. Por su vereda un hombre que salía de las oficinas ferroviarias del lado de las vías vio todo, hasta la patada que le dieron en una pierna cuando Daniel se portó mal.


El asaltado quedó solo en la vereda juntando sus documentos y poniéndolos de vuelta en la billetera, recogiendo sus apuntes y  el celular que por suerte no se percataron de que existía. Unas palabras de las que la gitana había dicho entre tantas rondaban en su cabeza: elveszett lélek...
No tenía efectivo y casi no tenía batería en el teléfono. Aprovechó los últimos rastros de energía y llamó a Cristian que trabajaba en el centro para que le preste algo para volver a su casa. Recuerda que lo llamó a la oficina y le dejó un mensaje a una compañera para que lo llame. Luego se acordó de que su papá iba a estar por el centro porque tenía que entregar unos pedidos de Almohadones. Lo llamó y al instante se acordó de que él siempre le decía que nunca lleve todo el efectivo en un solo lugar. Siempre algo en una media u otro bolsillo. Más que nada porque había sido inspector de colectivos y sabía como laburaban los pungas.
Revisó su bolsillo trasero y encontró un billete de veinte pesos. Con eso pensó que podía viajar pero en Retiro le dijeron que no tenían cambio…estaba comenzando en Argentina: La escasez de monedas.
Telefoneó a su papá que estaba cerca y se volvió con él. Un rato antes Cristian había respondido el recado y hablaron un rato mientras esperaba a que pasara su papá.
Daniel volvió angustiado sin poder borrar el rostro de la gitana y ese balbuceo de palabras. Días después se juntó con Cristian y hablaron un largo rato. Un tema que Daniel tardó en superar…pero que sirvió de puntapié para retomar el gimnacio pensando que todo era igual que cuando era chico.
Nunca se había sentido así, la cara de la gitana estaba en sus sueños a veces llorando, aveces riendo, aveces en silencio. Lo extraño es que no hablaba romaní, no eran recuerdos de su caló, no era hungaro, era un balbuceo que chorreaba una baba amarillenta...
Los viajes a la facultad continuaban, las enormes columnas en aquel templo de marmol era un eco en donde se sentía protegido...pero la vuelta a casa eran los atardeceres. Al dar las 17.00, se encontraba en la encrucijada donde el diablo nunca le tendía la mano, no habia brujos ni demonios, solo los caminos en diferentes direcciones y allí la fantasía y la realidad se mezclaba en una sola pesadilla. Pero respiró tres veces y sin mirar donde dejó que sus pies hicieran el trabajo y lo llevaran donde ellos quicieran. Sus oídos se agudizaron y sus ojos eran rapaces entre los autos. Sus pies, tortuosos como siempre, lo llevaron por el mismo camino de la gitana, siguiendo el olor del miedo hasta retiro donde sus tren aguardaba.

Del agua fría y de cuando la torre...
En la ciudad no había más que un viento que silvaba. Las calles desiertas, gigantes, hechas para multitudes y multitudes de transeúntes. Muerte y soledad era lo mismo si era el único vivo. Siguió a pie, Luca no estaba...la última vez que lo vio estaba comiendo una zandía. La música ya no sotaba simplemente quedaba un cartel de un último concierto con el pibe dela camisa de corderoy. De repente una radio se escuchó en el vacio y comenzó a caminar encantado por su sonido hasta el bar donde se escuchaba. Era la esquina, la conocía bien como para corroborar que se trataba de Av. Córdoba y Junín. Desde fuera vio a una chica tomando un té. La gran ventana reflejaba levemente su imagen, detras de él estaba la gitana y al voltear asustado ya no estaba. Volvió a ver a la chica, se acercó y la reconoció al instante. Al verla tan tranquila, leyendo una carta se dio cuenta de que todo era un sueño y que si despertaba se convertiría en pesadilla. Despertó.

Dos días después del recuerdo de los ojos grises de la anciana gitana, Agustina le envió un mail muy corto...dieciendo en lineas generales que tenía que pensar. Hasta ahí no habría más que decir. Solo la pulcra y bienvenida pregunta: ¿Pensar qué?


Continuará…

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