Corsino vive en las afueras del conurbano bonaerense. Hace varios años heredó un café en el que trabajó desde los doce años. Aquel bar, más conocido como La Milonga, se encuentra en la ciudad de Buenos Aires resistiendose al paso del tiempo. Como buen símbolo del melodrama, Corsino cuenta y comenta las andanzas de personas que alguna vez se acercaron al café. Pero también escribe lo que se ha enterado y ha vivido en muchos de sus viajes. La razón de ¿porqué el dueño de un cafetín cuenta esas historias? no lo se. Una posible respuesta sea seguramente porque hoy forman parte de su vida.

domingo, 29 de enero de 2012

Lado B, Parte VIII

LABYRINTHUS II-Afable locura
Su corazón estaba aterrado, replicaba como un bombo que esperaba los últimos momentos de una muerte súbita. Y en medio de aquella taquicardia todo se volvió nítido, increíblemente nítido. La luz era como una mañana cualquiera de primavera, a lo lejos se veía un leve destello que resaltaba en el llano. ¿Dónde estaba? Quería pensar que era La Pampa, para él no había más llanura que aquella imponente estepa.
Era la Pampa y el sol nacía del este. Comenzó a caminar hacía él, desde allí provenía el destello de lo que podía ser una ciudad, por momentos veía la imagen de Mica, aquella amiga que se encontraba en cualquier lugar. La caminata fue larga, entre campos poblados por árboles y kilómetros pelados, sin nada más que los verdes y amarillos pastizales.
Cuando la noche estaba cayendo encontró por fin un camino de tierra y siguió por este hasta encontrar un hombre a caballo. Corrió tras de él, que iba a paso de hombre, muy tranquilo.

-Disculpe don -dijo Daniel- ¿para dónde voy por este camino?
El extraño vestido de campechano lo miró  sin dejar de moverse y le dijo que para Buenos Aires, pero que todavía tenía un trecho. El jinete agregó que en unos minutos pasaría un camión que lo podía acercar. Aunque más rápido sería ir a caballo hasta la estación de servicio y allí tomar el colectivo.
-¿Me lleva don?
-¡Conseguite el tuyo!- Gritó y salió a galope dejando una polvadera que lo pedió de vista.
A los minutos pasó el camión que iba lento pero aun así era más rápido que ir a paso de hombre. El camionero se detenía en cada árbol a pegar carteles de un recital de Divididos en Buenos Aires.
Mientras viajaban el extraño, a quien no podía ver bien, escuchaba por la radio a Lennon y Sandro cantando juntos cuando se presentaron en Argelia. Lo estaban pasando en vivo por radio NN. El camionero, mientras se comía una mandarina, le contaba que de teloneros había tocado Nick Mason junto al Chaqueño Palavecino. Daniel frunció el seño mientras el camionero hablaba prendiéndose un cigarrillo, por la lumbre pudo ver que no tenía una gran cabellera pero aún así parecía conocerlo. A través de la ventanilla se veían algunas contrucciones rurales, entre ellas la imagen de la Cooperativa Obrera Mataronense.

Manejó toda la noche hasta el día siguiente cuando por la ruta llegaron a Mar del Plata donde estacionaron en una casa cercana al mar escondida en un barrio. Ahí el camionero bajó con los primeros rayos de sol y despertó a Daniel a quien por alguna razón llamaba Pepe. Ahí lo reconoció con su campera rota y esa extraña sonrisa. Era Luca, lo invitó a la casa donde estaba grabando un disco solista. La casa era muy parecida a el cuadro de Berni: Casa a orillas del mar....Daniel no entendía nada, lo siguió y era cierto. La casa era bastante normal aunque con detalles que contrastaban, por ejemplo la pintura de Las chismosas tapaba una manch de humedad y el marco estaba coloreado con crayón. Estuvo casi toda la mañana viendo como cantaba y tocaba la guitarra. De momentos prendía el televisor, estaban dando Los olvidados....mientras que por una ventan que daba a la calle vió a un chico con una camisa vieja amarronada dibujando paredes...en una esquina estaban la Negra Sosa, el Negro Fontova, James Hetfield, el Che, los padres Romer y Mujica tomándose unos mates mientras escuchaban a Elena cantar Adivina, adivinador...

Y sin aviso al distraído el cantante que grababa se acordó de su invitado y le dijo que lo acompañe afuera, ahí lo llevó hasta una parada y le pidió a un colectivero de nombre J.J. Llambias que alcance al chico hasta la Ciudad de Buenos Aires. El todavía no podía acompañarlo, tenía que terminar algo pero dijo que seguramente se verían en el recital.

En el colectivo habló con un tipo por tres horas. Era un tal Tarquinho que no paraba de tararear una melodía y así estuvieron hasta que cerca de su destino se subió Diego Verdaguer abrasado a Pappo y siguiéndolos estaba Ellen Page con Satur y Rosa de Victoria tomando una cerveza del pico. Daniel se quedó un rato contemplando a esta última que de tanta cerveza rompió el vidrio del colectivo y salió volando sin decir “bye”.
Daniel se bajó cerca del Luna Park donde se presentaba un tal Daniel Toro. La gente se seguía amontonando sin dejar paso ni siquiera al Cabeza de Radio. La multitud lo llevó lejos, siguió por una calle hasta que llegó al recital de Divididos. Estaba en el Cabildo, la fila para entrar daba la vuelta de manzana pero en la entrada estaba Luca que le dijo “pasa Pepe” comierndose un trozo de sandía.
Entró y estaba tocando la banda telonera, era Hugo del Carril en guitarra, en batería Pichuco,  en teclado Piazzolla y  en voz el Varón.

Al terminar la banda apareció Janis Joplin que antes de decir algo Juana Molina le partió una silla en la cabeza y aplaudió alendose del escenario. El ambiente se transformó en el comedor de su casa y el público desapareció. Marco Denevi presentó a la banda como si fuera una pelea de box y Divididos salió a escena. En batería estaba Pablo, ese amigo que vvía en calle Pueyrredón; en bajo estaba Cristian de barrio el Ombú y en guitarra un hombre con una camisa de corderoy marrón a quien no se le veía el rostro. Cantaron una canción, en un instante el guitarrista dejó de tocar y con la guitarra golpeó en el estomago a Daniel que trató de escapar pero las puertas estaban cerradas. Los músicos se iban convirtiendo en gigantes y sus sonidos pasaron a ser estruendos.
Finalmente escuchó el grito de Denevi que le señaló una posible salida Daniel encontró un trozo de silla y rompió los cristales de las ventanas. Las rejas que la envolvían se quebraron y un gran destello blanco lo cegó. Cuando el fulgor se disipó vio con claridad, estaba en un gran teatro con dibujos de musas en la cúpula del techo. Estaba en el escenario donde La Camerata San Martín tocaba. De improvisto la música dejó de sonar, pensó que había sido por su aparición pero en realidad era una pausa donde se disponían a dejar que un pianista hiciera un solo. Lo miró más detenidamente y era aquel guitarrista, ahora en un piano, de la camisa de corderoy gastada y sin botones a quien todavía no conseguía verle el rostro.

Se acercó mientras le sacaba música a las teclas, con un poco de miedo pero decidido y justo cuando estaba a un metro de sus espaldas terminó el solo, la gente se levantó a aplaudir, entre ellos unos amigos de la facultad y el desalineado de Federico L. chiflando.... y sin previo aviso de nadie el telón se cayó encima de Daniel que se despertó en Mar del Plata, en aquel camping donde se había quedado a pasar la noche para ver a la Bersuit Vergarabat en el Patinodromo...salió de la carpa y vio, en la oscuridad de la madrugada, a un hombre recostado debajo de un arbol de pomelos tocando la guitarra la que tenía debajo del puente las iniciales L.A.S...en un momento detuvo el guitarreo y le dió un codazo al árbol. Al instante cayó un pomelo en la cabeza de Daniel que volvió a despertar y esta vez parecia verdad. No salió de su tienda, le dolian las neuronas. En la temprana y fría mañana costera, desde adentro podía escuchar  una radio que susurraba: "...por favor, no te despiertes más".

UN VIAJE DE GAUCHADA

Era el 25 de enero del 2008. En el camping se había hecho amigo de un grupo de chicos y chicas que venían de Mercedes, una ciudad perdida por la llanura de Buenos Aires y la ruta 5. Mientras Daniel estaba recostado sobre una de las reposeras que había pedido prestada en la proveeduría, mirando alguna que otra nube, las ramas de los árboles y el azul de fondo, escuchó como aquellos recién llegados discutían entre si y sus novias por como armar las carpas. Daniel se entretuvo un rato con la situación y pasado unos minutos fue a ayudarlos. 
Ellos invitaron a comer unas empanadas y tomaron unos mates mientras jugaban al truco. Al otro día lo habían invitado a comer un asado, para lo cual había mucha predisposición.

Al llegar la noche, mientras esperaba para entrar al patinódromo, en la fila estaban dos hermanos, uno de ellos con su novia. En la espera se conocieron, hablaron de música, facultad y lo lanzados que fueron aquellos tres. El hermano mayor había acompañado y llevado a su hermanito junto a su novia. Al otro día tenía que estar en Buenos Aires por el trabajo. Si, el hermano trabajaba los sábados a la mañana en un estudio de gráfica que, según él, los tenían como esclavos.
Al terminar el show, le ofrecieron a Daniel que si quería lo alcanzaban. Este último no tenía todavía el boleto de vuelta, eran sus vacaciones y esta era la primer semana. Tenía pensado continuarlas, pero al parecer esta era una oportunidad de hacer otra cosa, una bifurcación en el sendero que lo devolvía a Buenos Aires. Les dijo que tenía su carpa en un camping y no hubo problema, lo acompañaron, le ayudaron a levantar campamento y se fueron en silencio.
En la madrugada casi diurna lo acercaron hasta ruta 8, la estación de tren Ejercito de los Andes. Desde allí estaba cansado pero se tomó el tren con su mochila y demás cosas hasta estación Lemos con el tren Urquiza.
Ahí el recital y el viaje apurado que había hecho lo obligó a llamar a su viejo que ya estaba levantado, era de mañana, algo así como las 7 am.
Cuando sus pies tocaron suelo paceño, todavía tenía rezagos de un dolor punzante en la nuca y no sabía por qué, asique se tomó una aspirina El dolor iba y venía, casi desaparecía pero seguía. Se pegó una ducha y se metió al sobre a dormir la siesta tranquila escuchando un disco que sonó hasta el final...



Continuará...

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