VENTANAS I
En algún rincón de Santa Cruz, Argentina, lunes 12 de julio del 2010.
La ventana del cuarto sigue media empañada por el viento y la lluvia de dos días. Hace frío. Me acerco a la cocina y pongo a calentar el agua en una pava chiquita. Me fijo si queda un poco de yerba en la termera. ¡Qué suerte queda un paquete! Saco el mate de calabaza.
La pava empieza liberar ese humito de vapor, tan leve, ese que te avisa “todavía no hirvió pero sería bueno que la saques del fuego”. Me voy hasta una mesa chiquita del jardín de invierno. Por el ventanal se avecinan las nubes grises que rotoman el segundo raund, son las que tienen moretones. Unos pájaros revolotean entre ellas, son parvas que se dirigen al norte. La carta de ella está sobre la mesa, no se si leerla y terminar con la sorpresa o simplemente guardarla. Me imagino lo que dice pero no tengo el coraje para desmentirme.
Me cebo el primer amargo, me armo de hombría y comienzo la lectura. Duró unos minutos, tuve que releerla unas tres veces para acostumbrarme a esas palabras. Me volví para el lado de la ventana con el mate en la mano, una cebada y dos preguntas ¿Por qué estoy acá? ¿Por qué estoy sin ella?
Dejo la carta a un lado. Entra a la cocina el rosarino y me pregunta si estoy tomando mate. Le afirmo al instante y me pregunta si le sebo uno. Le aclaro que está amargo y con un leve sigilo afeminado, seguido por su expresión asqueada, decide tomarse un vaso de agua y seguir ruta.
Tengo que pensar en una historia, escribir algo y no sé... Nada tiene fundamento, una línea, nada ¡Una idea, solo preciso una idea!
Pero cómo se me puede ocurrir en estas condiciones. Rodeado de gente que sabe de lo que estamos hablando, de colado me aparecí y ahora ¿cómo la remo? Por más de que trato de pensar en algo, en mi cabeza solo hay lugar para esa carta, los amigos, la resaca de una historia que escribí a los apurones y, como bien dice el canto popular, un abrazo partido.
Pero cómo se me puede ocurrir en estas condiciones. Rodeado de gente que sabe de lo que estamos hablando, de colado me aparecí y ahora ¿cómo la remo? Por más de que trato de pensar en algo, en mi cabeza solo hay lugar para esa carta, los amigos, la resaca de una historia que escribí a los apurones y, como bien dice el canto popular, un abrazo partido.
En una de esas primero necesito exorcizarme de todo lo que me molesta. Seguramente esa sea una buena idea. Entonces: ¿Por dónde empezar? Pordría desarrollar mejor el cuento ese al que le cayó el título Búsquedas, no se, en que andará el loco aquel que acababa de volver cuando me vine para acá. Pucha, diez años que lo conozcoy en este último tiempo pude escribir algunas andanzas con un simple juego de palabras. Aunque es cierto que esa vez no me lo tomé tan en serio¿ porqué será que me siguen dando vueltas tantas cosas que no se dijeron? De eso no pasó mucho tiempo y ahora que miro hacia atrás me parece tan lejano.
Puede que esa una buena idea, sería una buena forma de terminar con esto. Terminar su historia y dar el primer paso a lo resuelto. Esa aventura que vi nacer, madurar y evolucionar en lo que hoy, seguro es el prólogo de la gran aventura en Buenos Aires: La segunda vuelta a la que se le suman preguntas tales como "¿Se habrá encontrado con la colombiana? ¿Cómo se llamaba? Era la fotógrafa, eso seguro ¿Se habrá ido a Chile?"
Puede que esa una buena idea, sería una buena forma de terminar con esto. Terminar su historia y dar el primer paso a lo resuelto. Esa aventura que vi nacer, madurar y evolucionar en lo que hoy, seguro es el prólogo de la gran aventura en Buenos Aires: La segunda vuelta a la que se le suman preguntas tales como "¿Se habrá encontrado con la colombiana? ¿Cómo se llamaba? Era la fotógrafa, eso seguro ¿Se habrá ido a Chile?"
En fin, sea lo haya lo que haya sido "hoy" estoy acá. Los motivos: seguro que uno es ese algo que se mostró a lo lejos y no sé que fue. Me gustaría saber cuándo empezó y porqué. Trato de ver hacía atrás, con la vista perdida en una gotita que se desliza surcando el vidrio de la ventana. Y asi, como concentradas están esas imágenes, esos sonidos. Pero este divague puede llevarme a mal puerto, tengo que escribir y no sale nada. La carta ¿para qué leí esa puta carta si sabía lo que se venía? ¿o no? Como si hubiera poco en que pensar: el viaje, la facultad y esa historia que choca con ese pibe al que dejé de conocer hace unos minutos y empieza...o trata de empezar, sin saber cómo, a desenredarse...con un último suspiro. La verdad que en estos momentos el oído de un psicólogo no me vendría nada mal.
Me siento en una silla, apoyo el mate, tomo cuaderno, lapiz y con un brazo descanzo codo y cabeza sobre la mesa. Mientras que con la otra comienzo a garabatear sobre el cuaderno algo que, más o menos, empieza así.
"Los ojos reflejan un recuerdo lejano, tres años y algunos meses, desde aquella ciudad en pleno crecimiento conocida como San Miguel, Provincia de Buenos Aires. Es una de las últimas que alimenta el conourbano bonaerence. Digo que es una, ya que más al oeste se encuentra su vecina que al cruzar la calle Rivadavia se llama José C. Paz.
Es así que ese reflejo muestra, en plena madrugada, los edificios de San Miguel, sigue avanzandodo y el clima edilicio se va perdiendo y las protagonistas son las casas de máximo dos pisos.
Cruza Rivadavia, toda está casi desolado, silencioso, todos duermen y algunos madrugan. La imagen se sigue transportando por la calle Roque S. Peña, cruza Tres Sargentos y se detiene en una casita de un solo piso, con rejas verdes y un enorme salón de fiestas a la vuelta de la manzana. Allí un chico está a punto de despertarse..."
Continuará...
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