Corsino vive en las afueras del conurbano bonaerense. Hace varios años heredó un café en el que trabajó desde los doce años. Aquel bar, más conocido como La Milonga, se encuentra en la ciudad de Buenos Aires resistiendose al paso del tiempo. Como buen símbolo del melodrama, Corsino cuenta y comenta las andanzas de personas que alguna vez se acercaron al café. Pero también escribe lo que se ha enterado y ha vivido en muchos de sus viajes. La razón de ¿porqué el dueño de un cafetín cuenta esas historias? no lo se. Una posible respuesta sea seguramente porque hoy forman parte de su vida.

martes, 27 de septiembre de 2011

Angosto

Pulveriza este silencio y la inocencia  que te habita
Para darme la infinita y melancólica reacción.
No regales el perdón, que los abrazos no se citan
En la calle más bendita que maldijo un corazón.

Somos nadie y de nadie merecemos luz o viento,
La prisión es puro cuento si se puede respirar
Más allá del vendaval que supone el sentimiento
De creer que está contento el sentido al fracasar.

Habrá ruido, no de sobra, cuando busque en el espejo
El pedazo de pellejo que arranqué sin permitir
Que se llegue a destruir la mitad de mi reflejo.

Nunca sirve la palabra, siempre puede el desconsuelo
Ser sirviente del desvelo y tirarse a dormir
Justo antes de morir una lágrima en el suelo.

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