Corsino vive en las afueras del conurbano bonaerense. Hace varios años heredó un café en el que trabajó desde los doce años. Aquel bar, más conocido como La Milonga, se encuentra en la ciudad de Buenos Aires resistiendose al paso del tiempo. Como buen símbolo del melodrama, Corsino cuenta y comenta las andanzas de personas que alguna vez se acercaron al café. Pero también escribe lo que se ha enterado y ha vivido en muchos de sus viajes. La razón de ¿porqué el dueño de un cafetín cuenta esas historias? no lo se. Una posible respuesta sea seguramente porque hoy forman parte de su vida.

domingo, 24 de marzo de 2013

LADO B, Parte XXIII

PUNTO Y COMA II


Habían pasado dos semanas desde que se dejó de ver con Agustina, en sus viajes a la Facultad parecía un zombi y a la salida de esta se perdía por barrios y centros porteños sin saber a donde iba, no quería trabajar ni estudiar ni nada. 
Mientras caminaba sin darse cuenta los pies lo llevaron a Plaza Congreso donde, por aquellos días, se encontraban algunos manifestantes que más tarde se convertirían en campamentos. Aquellos esperaban la decisión de declarar ley o no el decreto de la 125 sobre las retenciones móviles a la soja.
Siempre le había gustado pasearse por los edificios e instituciones de la ciudad, disfrutaba de ellos que parecian hundirlo en un bosque lleno de árboles con esa arquitectura mutilada, reformada, restaurada, nueva y vieja a la vez. Era como si el resumen de todo estuviese todavía ahí en los muros, no era nada raro entonces que su inconsciente lo llevara caminando hasta ahí.
Toda era igual, nadie se distraía. A quién le podría importar que un pibe cualquiera, de cualquier lado, de cualquier época, de cualquier creencia...de cualquier modo...nada de su vida era más importante que lo que estaba pasando en aquella plaza del Congreso.
En un bar conoció a uno de esos personajes salidos de novela que sin saber porqué le habló, era un mozo que seguramente lo vio ultradepresivo.

-¿Te pasa algo pibe?-pregunta menos que pensada en la cabeza del receptor.
-No, nada…¿puede ser un cortado?
-Si señor...

Un chico cerca de la barra, medio zarrapastroso tomaba un mate cocido con medialunas y miraba a Daniel que solo le hechó un vistazo y siguió observando los campamentos por la ventana y el vaivén de gente. 
Le dio hambre y también se pidió dos medialunas de manteca. Mientras deglutía una de ellas la muela que en el torneo se le había partido, a pesar del arreglo, todavía le molestaba. Al parecer ya no había más distracción, ya no había más excusas. Su destino estaba anclado en José C. Paz y con orgullo representaría a su ciudad. Era hora de purgar la bronca que venía acumulando desde hacía varios meses.
Al volver a su casa comenzó a trabajar como nunca antes y por las noches estudiaba hasta las tres de la mañana, casi no dormía. Esta rutina fue breve y se adaptó a una nueva. Todo fue en beneficio propio ya que de esa forma se olvido de Agustina y los porqué de su distanciamiento. No se había recuperado pero todo aquel dolor fue absorbido y persuadido. Salió del café y retomó su caminata.
Los parques eran de esos antídotos llenos de aire que hinchaban sus pulmones y expulasaban el aire viejo renovando el interior rápidamente. En Parque Rivadavia se compró unos libros usados y casi automáticamente se alejó de la capital en uno de esos trenes urbanos. Llegó a José C. Paz  y caminó derecho por Roque S. Peña hasta su casa. Al cruzar Pueyrredón volteó desde la verdulería del Tanito y le hechó un vistazo corto a la casa de Pablo que resaltaba aquel color bordó. Siguió sus pasos sin distraesrse más que al pasar por la carpintería del padre de Pablo, Humberto o Cachi para los conocidos. Siguí por esa cuadra cuyo limite marcaba la panadería de Anabel. Llegando a Solis, a la izquierda, estaba la casa de la familia de Betiana pero ahora alojaba a otra familia ya que en ultimas noticias la ex-compañera se había mudado cerca de Don Torcuato. La semicalle de tierra tenía a su edificio más importante, el club de los Portugueces que ahora era el gran salón de fiestas del barrio. La siguiente calle tenía de protagonistas a la familia de Rodolfo, unos comerciantes de antaño y en las siguientes dos cuadras resaltaban los dealers y asesinos que tenían por código no meterse con nadie del barrio. Y allí recomenzaba nuevamente el asfalto y casi llegando a la esquina llegó a su casa. Volteó nuevamente a ver a sus nuevos cambios y las sombras que habían dejado los que hacía poco tiempo habían dejado el barrio por vejez o mudanza y el atardecer cayó con su refulgente luz mágica y se apoyó con los antebrazos en la reja a contemplar su calle desde adentro como un preso añora la libertad detrás de las rejas. Algunos pajaritos que no habían emigrado todavía revoloteaban cantando, las pibas y pibes que salían del colegio jugando y gritando...añoranzas de días que cada vez se notaban más lejanos....pero que marcaban el contrapunto de que algo estaba comenzando...tranquilo en su habitación sonaba una canción mientras él escuchaba recostado y tiraba una foto de aquella de quien ya no quería saber más. Ese era un desgarro del que simplemente se curaría, como siempre, sonriendo y sin llamar la atención.


DEL PASO POR New York

Luego de casi 11 horas, el vuelo de American Airlines llegó al Aeropuerto John F. Kennedy el viernes 4 de enero de 2008. Agustina, luego de un control, esperaba que su equipaje llegue por la cinta. Un último control de papeles, visa y por fin estuvo fuera del aeropuerto esperando un taxi en medio del frío enero. Nevaba muy despacio lo que le permitió contemplar aquellas multitudes de personas que se trasladaban como cardúmenes de un lugar a otro.
Consiguió un taxi que la acercó a la Gran Manzana, atravesó aquel famoso puente visto en muchas películas. En casi media hora llegó llegó a Nueva York, una vez en el centro, el taxi la dejó en el Hostel. Un billetín en dólares y el viaje estaba ago. Subió su equipaje y sin desempacar salió con un pequeño mapa que le dieron en recepción. Trató de aprovechar toda la tarde que le quedaba.

El diario de Agustina I

Estaba super nerviosa porque no sabía con que me iba a encontrar. Lo primero que quería conocer era Central Park, y lo hice. Siempre me imagine como sería estar en un crepúsculo, aunque nunca en invierno, la verdad, fue mucho más lindo de lo que imaginé porque nevaba y la gente caminaba acurrucada…me hubiera gustado que Dani estuviese ahí.
Mientras caminaba por las callecitas, veía a mí alrededor, las luces que comenzaban a prenderse a pesar de no ser ni las seis de la tarde, pero se estaba haciendo de noche.
Los caminitos que daban a la pista de patinaje me encantaban, los bancos, no sabría como describirlos.
Pero ya estaba por ser de noche y no quería quedarme más tiempo en un lugar que no conocía. Volví al hostel en taxi, me costó bastante encontrar uno pero al final tuve suerte. Apenas llegué llamé al trabajo y me dijeron que vaya directamente el lunes que ahí me iban a explicar todo. Supongo que no sería más difícil de lo que fue en Trelew. Me iban a pagar por enseñar español, fácil. Estaba re-entusiasmada, pensaba mucho en Dani, me había escrito un mail. Me acuerdo que hablé con mi mamá y mi hermano por Skype.
El primer fin de semana en el hostel ya me quería ir, era un desastre la cantidad de gente que había y las fiestas que hacían, por mi parte no entendía nada. Estaba lleno de mexicanos, eran bastante agradables pero les gustaba dormir hasta muy tarde y si iba a trabajar de mañana me iba a volver loca.
Hablé con Dani el sábado, parecía que estaba contento aunque yo sabía que disimulaba bastante los problemas que estaba teniendo en el trabajo. Recién ahí me enteré que el primo de él, el que le ayudaba a hacer los carrillones, estaba por largar todo y cambiar de trabajo.

La semana empezó con algunos trámites porque tuve que hablar en la oficina que había llamado el sábado por el curso de español. No empecé ese lunes a enseñar. Aquel día solo asistí a una clase que daba una mexicana y me explicó un poco el sistema y el programa. Yo iba a enseñar a un grupo de principiantes, eran casi cuatro horas y medias. Después me quedaba todo el día para mí solita. El martes me convertí en maestra y empecé a enseñar español.
En la semana empecé a escribirme más seguido con Dani, a la tarde paseaba y buscaba un departamento cercano al trabajo. Una chica del trabajo me dijo que busque en las carteleras de estudiantes. Y eso hice. Entre tanto ajetreo no tenía tiempo de conectarme con nadie en Argentina. Todo lo iba escribiendo por mail.
Los de “la beca” me dijeron que el curso de “Historia del arte” empezaba en dos semanas. Me daba no se qué el hecho de estudiar en francés e inglés y enseñar, por otro lado, español. Me iba a volver loca.
A pesar de todos los temas burocráticos  que sufrí la primera semana, creo que fue la más decisiva porque a partir de ahí todo empezó a ir más deprisa.
La segunda semana encontré un departamento con tres estudiantes. Sarah y Annie eran estadounidenses y la tercera, para mi sorpresa, era francesa: Anaii. Tenían entre unos 21 y 24 años. Solamente Anaii estaba por un año en el departamento y hasta hacía poco, había estado una chica de Canadá por un semestre.
Fue Anaii la que me empujó a hacer el curso de Historia francesa del arte. En casa hablaba mucho con mi familia pero muy de vez en cuando con Dani.
Siempre antes de irme a dormir leía una de las historias del cuaderno rojo, parecía salido de otro cuento. Me acuerdo como se había enojado cuando no se lo quise devolver, ni sabía que me lo había llevado. Mejor así.
Con las chicas del depto. Empecé a salir más seguido. Íbamos a boliches y fiestas para universitarios que nunca había visto en Buenos Aires y mucho menos en Trelew. Comíamos mucho sushi y paseábamos por algunos teatros. Con Anaii nos hicimos muy amigas y, lo mejor, hablábamos mucho en francés. Me acuerdo que ella siempre me preguntaba por Buenos Aires y muchas veces no le podía contestar porque no había vivido mucho tiempo ahí. Y de Trelew casi ni preguntaba porque no tenía ni la más mínima idea de donde estaba.

Entre uno de los pedidos tantos pedidos de mi novio tuve que ir al Madison Square Garden, como olvidar las veces que me pidió que fuera. Siempre me contaba que en ese lugar Sandro se convirtió en el Sandro de América. No sé por qué me acuerdo de esto, pero también supe que el Madison era una estación del tren que unía N.Y. con Harlem, además de haber sido derrumbado tres veces. Más tarde también sabría que Bonavena luchó contra Ali en ese mismo lugar...

Me acuerdo que después de una semana y media de no escribir y con el temita de la crisis en la bolsa recibí un montón de mails y hablé como una hora de eso con mi papá. Él me contaba que en Trelew estaban juntando varios sindicatos por un problema de impuestos que todavía no había salido, igual entendí muy poco, siempre eran problemas y más problemas. Eso seguro.
A Dani no le pude escribir más que muchos saludos. Eso me parece que lo enojó y también dejó de escribirme un tiempo. Después me enteré que hablaba con mi hermana, un tierno. Después le mandé otro un mail que creo lo enojó aún más.

En el trabajo me ofrecieron otro curso un poco más largo para dar clases. Tenía poco tiempo para decidirme y el curso de “Historia del arte” estaba por terminar. Así que le pregunté a mi familia que podía hacer. A Dani no sabía que decirle, y teniendo en cuenta que hablaba de vez en cuando con mi hermana, le dije que tenía que pensar.
Recuerdo aquel mes quedé encantada con Boston y la universidad. Era realmente un sueño estar ahí.
Mi hermana me preguntaba mil cosas, tenía ganas de viajar con el novio pero ese último tiempo estaba teniendo muchas discusiones con él. Parece que él quería empezar a probar vivir juntos pero ella era bastante independiente como para compartir su horario con él. Aunque yo sabía que se querían y que aunque se pelearan de mil formas, también se iban a reconciliar de dos mil formas.
Yayu me escribió que estaba re bien en la costa y de que iba a volver a Buenos Aires por trabajo. Una tarde salí a caminar sola por el centro y mientras tomaba un café en un lugarcito que todavía seguía padeciendo las fiestas de fin de año con esas lucecitas navideñas ya había decidido lo que quería hacer.

Fin de semana en la quinta avenida

Siempre admiré a Dalí, pero nunca estuve tan cerca como el fin de semana que fui con Anaii a la 5ta. Avenida, ahí Dalí había roto una vidriera y fue a la cárcel por un plazo corto, siempre me pareció divertida esa anécdota.

Y así pasé horas viendo vidrieras, comprándome alguna que otra cosita, visitando otros lugares increíbles de los que había escuchado y también de otros que me habían dicho que tenía que conocer. Para eso tenía a Anaii que era como un GPS humano, se conocía casi todo…
Luego de semanas de reírme de las noticias que Dani me iba mandando comencé a ver las cosas de forma diferente. Todo empezó a parecerme más lejano y lo que parecía tan simple y destellante se empezó a nublar y ya me parecía difícil responderme a la pregunta y ¿ahora qué?  


Continuará...

  

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