La majestuosidad de lo que sus ojos ven es pulcritud absoluta enrostrada en los integrantes del grupo de los siete visitantes que habían decidido regodearse en aquel día sabático y ver la reorganización natural de las nubes, el vuelo de algunas aves y pocos turistas que merodean de aquí para allá. Él los ve y se aleja de ellos, necesita distancia de todos sus comentarios y con cada paso a la clandestinidad anota en un cuaderno verde las impresiones del todo imponente.
"Me parece que todo lo que gira en este extraño universo es lo que entendí por unas páginas de Bolaño, la vida misma es una obra de arte sin necesidad de agregarle palabras porque todas estas sobran al vivir y entender que todo es arte en su esencia más pura. Si es así porqué muchas veces sentimos la necesidad de contaminar con nuestras palabras lo que se nos da, esa oportunidad de apreciar lo que existe, cada uno a nuestra manera, así sin más. Será porque también nosotros formamos parte de un todo existencial que existimos sin la necesidad de ser nombrados pero con la esperanza de serlos alguna vez.
Visto así no se si puede existir algo más perfecto que me sustraiga de mi mediocridad, no sé...hasta el día de hoy no consigo ver más allá y el terror de vivir toda mi vida dentro de una caja me está asfixiando premeditadamente...este golpe de aire es tal vez el primer empuje que me de ánimo para enfrentarme al vacío provocado por mi ignorancia y darme cuenta la obra de arte a la que exponemos nuestra existencia a cada femtosegundo de vida perpetua. Es, simplemente, es."
Llegada la tardecita de aquel sábado en una de las cabañas....
Parece que algunas cosas no cambian a pesar del tiempo, la distancia y las letras que finalmente se quedan en papel y circulan como chisme de vieja.
¿Cuanto hace que empezó todo esto? La cuenta comienza con años. Es agotador contar todo lo pasado cuando la realidad de una vida se refleja en pares de ojos multiplicados por decenas. El tronco de la historia es “él” porque fue “él” quien reflejó las ramas que soltaron sus semillas y desde un ángulo que recuerda sentado en la cocina de una de las cabañas, el frío sigue intacto como hace pocos días y afuera se ve menos nieve. Las horas se acercan a su fin, solo tiene una semana y la decisión sobre los trabajos presentados están por ser reveladas en una cena. Los profesores dijeron todo lo que había que decir, el chileno y Verónica están más relajados pero no pueden disimular del todo los nervios.
Él acaba de recibir un correo que todavía no se decide a abrir. Es de Eslovenia y le asusta lo que contenga. Conociéndose, eso puede alentarlo o destruir por completo lo que comenzó como un juego y dejarlo en eso, un simple juego de inmaduros.
Verónica se
queda hasta muy tarde hablando con él, está deprimida y no termina de decir por
qué. Él no entiende el “por qué” siente una extraña empatía por ella, como si
se hubieran conocido hace ya varios años entro parte también muy lejana. Pero
cómo, ella es algo mayor que él. Se entera, a modo de confidencia, que el
chileno le estaba dando muchas vueltas pero ella no quería saber nada y trato
de decírselo con varias señas pero él estaba insistiendo. Ella lo dice para
obtener una respuesta inmediata de su confidente: “Si querés yo puedo hablar con él”. Pero no existía ningún tipo de
amistad con el chileno, aquel confidente solo quería volver a su casa y seguir
con sus asuntos.
Verónica le
acaricia la mano izquierda y casi susurrando suelta un “gracias” inesperado a su confidente que, por primera vez en
mucho tiempo, le tiemblan las rodillas. Piensa en ese correo que lo incomoda
pero decide no volver a ver la pantalla de la computadora portátil y apaga
todo. Se quedan oyendo música desde aquella pequeña radio local y él le sigue
cebando unos mates más. La puerta se abre y entra el rosarino, quien al ver la situación
siente estar interrumpiendo con mucho gusto un clímax imaginario para
cualquiera que los viera sentados en la cocina.
-¿Interrumpo?-suelta forzando una sonrisa y sin dejar de ver a Verónica.
-Para nada,
estoy empezando una cebada ¿querés un mate?- dice el confidente.
-¿Amargo?
-si querés
le mando un toque de azúcar.
Y antes de
que el rosarino hiciera su tradicional gesto de asco y rechazo, acepta y se une
a la ronda.
-¿Qué
cuentan? Falta poco, por suerte hoy no nevó y salió el sol al medio día. Lástima
que tuvimos clases.
-Si, aunque
me gusta que nieve, me da un aire de sosiego con el que disfruto del encierro,
como cuando en Buenos Aires llueve en invierno.
-Que
deprimente-contesta el rosarino al confidente. -¿Y vos Vero? Estás callada
¿tienen idea de como hay que ir vestidos a la cena de cierre?
-No, aunque
supongo que sería medio formal. ¿Por?
-No, porque
ya que vamos a estar por la ciudad quería ir a bailar. En recepción me dijeron
de algunos lugares…¿Venís?
-No sé,
puede ser. Igual al otro día no vamos a tener nada que hacer y me quedo hasta
la tarde.- se dirige a su confidente y pregunta- ¿ Y vos?
-No sé, no
soy mucho de boliches. Prefiero volver temprano y aprovechar la mañana.
-Dale, es
un día nada más…-suelta Verónica.
-Bueno voy
a ver, no sé.
-Te hacés
rogar che, parecés un viejo. Además casi no saliste de esta cocina- interrumpe
el rosarino- desde que llegamos, siempre cebando mates amargos, leyendo…-se
ríe- la verdad me dabas risa. Y eso que no venía mucho a esta cabaña, pero si
alguien preguntaba por dónde andabas, cualquiera señalaba esta cabaña…y dicho y
hecho…
-Bueno cada
uno hace lo que quiere…-interrumpe Verónica.
Él
confidente lo mira y le alcanza un mate sonriendo. Nunca le cayó muy bien el
rosarino pero sabía que si por algo estaba en aquella cabaña era por que allí
estaba Verónica.
-¿Alguno de
ustedes ya conoce Eslovenia?-el rosarino cambia radicalmente de tema.
-Si –dice
Verónica- fui hace dos años, para mayo. Pero no me quedé mucho porque tenía que
visitar unos familiares en Croacia.
-Si, yo
también tengo familia por allá y en Italia vive una prima de mi papá-contesta
el rosarino.
-¿Y vos?-
Verónica se dirige nuevamente a su confidente que mucho no hablaba del tema.
-No.
-Pero tenés
familia allá.
- No.
-Pero vos
no sos esloveno, ¿no?- Pregunta el rosarino.
-No.
-¿Y que
hacés acá?-se ríe.
-Tenía unas
ganas locas de boludear un tiempo por el sur y acá estoy. Pero ahora pregunto:
¿ustedes son eslovenos?
-Obvio
che-suelta rápido el rosarino.
-Pucha
pensé que eran argentinos…por que eso sí soy che. Un sudaca más...
-¿Tenés
ciudadanía? eso te preguntaba. Pero tu apellido me suena más italiano que otra
cosa- dice el rosarino simulando una sonrisa.
-No saben
como me joden los estigmas de papeles -suelta el confidente- ¿Sabias que esa es
la actitud que tiene la mayor parte de la comunidad eslovena? Me hacen acordar
a los japoneses que iban conmigo al colegio y se vivían quejando de Argentina. Me parecía una cargada porque, obviamente, repetían lo que sonaba en sus casas,
pero lo más gracioso era que su gran mayoría se sentían mucho más japoneses que
argentinos. Les importaba poco la cuna, así como los eslovenos, ellos también tienen una
escuela especial para japoneses. En fin, por suerte no todos eran así, pero
los había y siempre se habla de las mayorias relegando a unos pocos.
-No podés
comparar a los japoneses con los eslovenos...-suelta el rosarino…
-¿Por qué
no? Si así como vos, ellos son argentinos que mantienen algunas tradiciones culturales de sus abuelos. Pero
bueno cada uno que diga y haga lo que se le cante. Te entiendo si me decís que naciste en un barco o viviste tus dos
primeros años en Argentina...en fin, me causa gracia…si vamos al caso la
mayor parte de los argentinos tiene ascendencia hebrea, polaca, italiana,
alemana, española…pero me rompe las pelotas que vas al documento y no aparece escrito inmigrante sino argentino. ¿A quien goma le importa hoy en día de donde sos? Lo demás es para caretearla entre unos pocos...esa cosa pelotuda que tienen los hijos y los nietos de los que realmente eran inmigrantes me da una idea de porqué mi vieja y mi abuelo se fueron de todo ese circo...
El rosarino
no lo mira muy bien, por suerte Verónica interrumpe la conversación y
luego de unos minutos se va a su cabaña. El rosarino aprovecha el momento para
seguirle y retirarse a otra cabaña dejando al confidente cebando los últimos
mates casi lavados.
No quiere
ver el correo recibido, prefiere esperar al día siguiente y dormir tranquilo. Pero la curiosidad por ver quien escribe es mucho más fuerte...
Efectivamente tiene algunos correos que no había leído. Uno es de Cristian quien continuaba la
posta de aquellos mails que
comenzaron un día cualquiera a principios del 2009. Los mails eran colectivos que habían reunido de forma virtual a seis
amigos del colegio que desde hacía meses y tal vez años que no se veían.
Ninguno sabía casi nada de ellos pero “el
confidente” era el único que se reunía con cada uno de ellos o hablaba por MSN. El sistema era muy sencillo, “el
confidente escribía una carta en cadena” con noticias de cada uno de ellos y
cada uno de “ellos” respondía de la
misma forma (en cadena) y todos se enteraban de todo. Era muy útil porque
muchos de ellos no tenían o se resistían a usar facebook. Las cartas eran mucho coloridas que cualquier mensaje frivolo por facebook…además de los adjuntos que podían ser
cuentos, canciones, etc.
Antes de
irse al sur, el confidente sabe que no puede escribir y continuar la cadena
porque es él quien da siempre el puntapié inicial. Por eso le había
encargado a Cristian y le preguntó si podía continuar con la cadena, efectivamente lo había
hecho y muy bien. Faltan tres días para “el
día del amigo” y no estar en Buenos Aires lo llena de una extraña nostalgia.
La puerta
se abre bruscamente y Verónica se aparece para invitarlo a la cabaña del
chileno para tomar y picar algo. Sin dudarlo ambos salen de la cabaña casi
abrigados caminando algunos metros donde los esperaba el chileno y dos chicas.
Una de Chipoleti y la otra de Mendoza. Se escuchan risas y música hasta pasada
la madrugada... nada de nostalgia...por algunas horas olvida lo que en sus últimos meses siempre es adicción y una obsesión...
Continuará…
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