Daniel había comenzado a cursar un seminario sobre La
Historia de los
Balcanes que duraría casi dos meses. El profesor era un esloveno que
hablaba muy poco español. Por suerte la mayor parte de los concurrentes eran
eslovenos y si algo no se entendía podían preguntar en esloveno o inglés. La historia
sobre los orígenes de Daniel siempre había sido un misterio. Todo lo que
rodeaba a la familia de su mamá. Poco se sabía de su abuela, casi nada de su
abuelo pero tenía breves vistazos al pasado gracias a su Tía Érica aunque ella
había llegado con su abuela cuando tenía 14 años. Por lo tanto vivió la peor
parte de la historia eslovena y yugoslava. La historia paterna siempre estuvo a
la orden del día y eran tantos parientes que nunca tuvo demasiados problemas
para conocer las anécdotas genealógicas. Un dato siempre fue casi característico en los anaqueles de la memoria de su mamá, allí donde estaba una chica de unos 7 años con trenzas en el cabello y un aula llena de chicos que hablaban español a diferencia de ella... [...]
Lo
seguro era que su mamá había cerrado las puertas de Eslovenia, por alguna razón y sobre la que nunca se había preguntado, eso le valió distanciarse de todo y no hablar
más en esloveno. Surgieron nuevas preguntas y esta vez era lo suficientemente
mayor para saber las respuestas. El curso comenzó con las primeras invasiones,
mucho antes de Cristo y llegaba a nuestros días con la comunidad europea y la incorporación de primer país de los Balcanes: Eslovenia.
REFLEJOS II
Llegó
mayo, Daniel miraba a su alrededor como todo iba cambiando. No había dejado de
hacer ejercicio, luego de ir al dentista que milagrosamente le arregló la
muela, tampoco dejó de ir a Taekwondo
aunque los ojos de él comenzaron a ver un poco más allá y no darle importancia
a su instructor José Luís. Sin embargo este último le dijo que ya estaba listo
para rendir el siguiente examen y ascender de Dan. Para eso tenía que conseguir más de quinientos dólares, casi
ciego, un día luego de terminar su jornada de estudios en la facultad fue a una
casa de cambio en Recoleta para comprar dólares con lo que tenía ahorrado.
Cuando salió de la casa de cambio y vio como los pesos se habían resumido en
unos cuantos dólares fue a su casa y guardó el dinero. Admirando los estantes
pensó y pensó por horas sobre lo que le había costado ganar eso, las horas de
trabajo, de su vida invertidas en eso. Eso valían, sus horas valían esos
pedacitos de papel extranjero.
Otro
día cualquiera del mes de mayo en tribunales, salía de dejar un currículum
cuando vio a dos pibes mucho más chicos que él que hablaban con un tipo de
camisa y pantalón de vestir. No hacía mucho frío pero se veía que tenían
calefacción dentro de la oficina. El hombre les decía que pasaran el lunes,
bien vestidos que ya había hablado con el padre (no especifico el padre cual de
los dos) pero que todo dependía del “OK”
que diera él. Así que ya podían empezar a trabajar. Uno de los pibes que vestía
una remera ajustada lo saludo como si fueran amigos dándole la mano de manera
informal y diciendo hasta luego. Los dos pibes pasaron por delante de Daniel
diciendo “ves, ya tenemos laburo” con
ese acento de barrio norte.
Daniel
siguió su camino a retiro y pasando por la vidriera de una fotocopiadora se vio
en el reflejo vestido de saco y corbata, peinado y afeitado. Poco a poco se
sacó la corbata y el sacó y comenzó a caminar hasta la estación de Retiro. Todo
parecía inútil e inalcanzable. En la estación se perdió en la multitud de
transeúntes y vendedores de chipá y sopa paraguaya. Viajó en el San Martín como
un zombi que sigue una ilusión sabiendo que está muerto y pudriéndose.
PUNTO Y COMA
Agustina
comenzó a ver a su novio mucho más desarreglado y eso comenzó a reprochárselo.
Una
semana antes del 23 de mayo se encontraron un café de capital. En uno de los
tantos que hay en Recoleta. Eran casi las cuatro de la tarde. De nuevo ella le
reprochaba lo desarreglado que estaba, que no podía seguir trabajando dónde
estaba, viajando desde José C. Paz A capital todos los días…
Él
le respondía que así se vestía cuando no estaba con ella o en la facultad, así
era él. Pero los remarques de donde venía él y la falta de comprensión comenzó
a molestarlo.
"¿Qué
sabrás vos? Toda tu puta vida la tuviste servida en bandeja. Sin la preocupación
de "...mañana, en una de esas...." Deambulaste con esos desamores, sin una puta preocupación
de tener que juntar con moneditas de donde no había hasta llegar a los 20 pesos
para comprar una garrafa y poder cocinar unas pizzas para vos y tus amigos en tu cumpleaños tu familia. ¿Sabés lo que es eso? Tener hambre y no
tener comida y disimular con tus hermanas para que tus viejos no se sintieran
mal por no tener para comprar comida…de andar de colado en el tren...encontrarte a una excompañera del colegio (Betiana R.) y que te dijera que eso estaba mal "...cómo ¡...o por Dios! podés colarte en el tren" o dejar
semanas la facultad porque no conseguía ahorrar las moneditas para el pasaje,
de no comer durante todo el día y tener para la vuelta. No tenés ni puta idea
lo que es laburar en un taller, laburar desde que sale el sol hasta que no hay
más luz sin salir en toda una semana….laburar navidades y pasar año nuevo en
una ruta, en un parador…y todo esto bajo la mirada de gente que decía: “tiene un auto, tiene dos...este tiene”…y sin la más
puta idea de que aquel auto estaba parado desde hacía tres meses, sin nafta y
roto, sin un comprador que lo pague ni siquiera la mitad de su valor…qué sabrás
vos…que tu viejo levanta el teléfono y tenés laburo en la puerta. Bueno, yo no
tengo ni ciudadanía, ni pasaje, ni un gramo de noble ni de contactos pero estoy
contento de que todo haya sido hasta donde pude y como pude, sin ayuda de
nadie. Me banco solo y puedo solo..."
"Agustina
trataba de gritarle pero era imposible, Daniel estaba demasiado resentido.
Estaba descargando todo con ella, desviando la frase que le había molestado.
Ambos sabían que desde la ida de Agus a Nueva York todo había cambiado, pero ambos
sabían que había cosas que no se habían dicho como el porqué de haber dejado de
escribir".
Y esa fue la situación que pensó, una parte de las palabras que a nadie le importaba, que era un pequeño grito de enojo con todo...estaba enojado con el aire y en muchos casos los peores momentos de su pasado se hacían presentes en recuerdos tristes. Y todo se resumía a que entre lo que le molestaba, estaba su novia a quien no sabía que carajos le pasaba desde que había llegado. Daniel pensó en decirle muchas cosas pero no las dijo y eso fue lo que no pasó. Lo que realmente sucedió fue...[...]
-Hace rato que no hablamos, ni siquiera me contaste de como te fue en N.Y. Ahora que nos vemos me decís que estoy desprolijo, pero no creo que hayamos venido para hablar de como me visto¿Pasa algo?
-Nada, te remarco esto porque es una de las cosas que quería hablar, igualmente, no creo que tengamos el mismo ritmo desde hace algún tiempo y no creo que estemos bien Dani, no sé...
-Ya se para donde vas. Mirá no hace falta la verdad es que no busco que me digas nada más de eso que me imagino...¿querés un tiempo?-Daniel parecía leerle cada parpadeo como historia vieja y repetida.
-Si- Marcó Agustina con aire entrecortado.
-Entonces dejémoslo acá, la verdad es que nunca me habían pedido tiempo pero supongo que es la forma más amigable para decir no me llames y nos veamos otra vez. Bueno, más allá de la facu no tenés de qué preocuparte-Y casi con fuerza suelta un minúscula sonrisa.
Agustina se quedó esperando alguna pregunta del porqué de su decisión pero Daniel simplemente la miraba en silencio y pedía la cuenta. No había música, no había llanto, no había gritos, no había respuesta alguna.
Simplemente decidieron dejar de verse por un tiempo[...]
Y esa fue la situación que pensó, una parte de las palabras que a nadie le importaba, que era un pequeño grito de enojo con todo...estaba enojado con el aire y en muchos casos los peores momentos de su pasado se hacían presentes en recuerdos tristes. Y todo se resumía a que entre lo que le molestaba, estaba su novia a quien no sabía que carajos le pasaba desde que había llegado. Daniel pensó en decirle muchas cosas pero no las dijo y eso fue lo que no pasó. Lo que realmente sucedió fue...[...]
-Hace rato que no hablamos, ni siquiera me contaste de como te fue en N.Y. Ahora que nos vemos me decís que estoy desprolijo, pero no creo que hayamos venido para hablar de como me visto¿Pasa algo?
-Nada, te remarco esto porque es una de las cosas que quería hablar, igualmente, no creo que tengamos el mismo ritmo desde hace algún tiempo y no creo que estemos bien Dani, no sé...
-Ya se para donde vas. Mirá no hace falta la verdad es que no busco que me digas nada más de eso que me imagino...¿querés un tiempo?-Daniel parecía leerle cada parpadeo como historia vieja y repetida.
-Si- Marcó Agustina con aire entrecortado.
-Entonces dejémoslo acá, la verdad es que nunca me habían pedido tiempo pero supongo que es la forma más amigable para decir no me llames y nos veamos otra vez. Bueno, más allá de la facu no tenés de qué preocuparte-Y casi con fuerza suelta un minúscula sonrisa.
Agustina se quedó esperando alguna pregunta del porqué de su decisión pero Daniel simplemente la miraba en silencio y pedía la cuenta. No había música, no había llanto, no había gritos, no había respuesta alguna.
Simplemente decidieron dejar de verse por un tiempo[...]
Al
salir del café cada uno tomó su camino, pero Daniel no tenía rumbo. En vez de
ir para Retiro se fue por la calle Junín hasta Av. Rivadavia. Caminó y caminó
por esta avenida hasta el bario de Caballito. Estaba en Parque Rivadavia y de
ahí se dio cuenta de que tenía que volver y se tomó el subte haciendo combinaciones con la Línea
C y luego, sin necesidad de esto con la Línea A y Luego sin saber
como terminó en la Línea B que lo acercó hasta
Federico Lacroze. Parecía un sonámbulo. Se fue a comer una pizza al paso y se
tomó un vaso de vino junto a una viejita que tenía el mismo menú. Un pibe en la puerta mangaba un cobre y, de vez en cuando, recaudaba algo. Tendría unos nueve años y parecía tener una vida entera en los ojos. Daniel se atragantó con la porción de pizza y sin mucho disimulo llamó al pibe, se tomó el vino y le dejó la mitad de la pizza. El que no llegaba a diez años le soltó un increíble "gracias" pero Daniel no le dió importancia. Ya estaba pisando la vereda camino a la estación del tren.
De
ahí se tomó el tren Urquiza, o como él le decía con cariño "el trencito". Viajó hasta la estación Lemos, el tren se iba deteniendo como el ritmo de su vida. Cerca de la estación se tomó el 365 hasta la calle
Tres Sargentos. Allí miró al Gimnasio que se encontraba en frente de la parada
del colectivo y en la ochava del balcón vio una bandera del partido político
opositor al actual gobierno municipal. Era oficial: aquel gimnasio, su escuela,
era parte de la agrupación y los estaba patrocinando a cambio de que ellos
participen en marchas y actos. Caminando tres cuadras los pasos pesaban y en su cabeza sonaban tangos y más tangos. Al llegar a su casa Daniel no habló con nadie, fue hasta su habitación y se acostó a dormir escuchando un disco de Ginastera interpretado por Paniza que para sus oídos parecía mudo, nada se escuchaba más que todo eso que no dijo y no preguntó...todo eso que se hacía eco en la inevitable caída.
Continuará...
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