Corsino vive en las afueras del conurbano bonaerense. Hace varios años heredó un café en el que trabajó desde los doce años. Aquel bar, más conocido como La Milonga, se encuentra en la ciudad de Buenos Aires resistiendose al paso del tiempo. Como buen símbolo del melodrama, Corsino cuenta y comenta las andanzas de personas que alguna vez se acercaron al café. Pero también escribe lo que se ha enterado y ha vivido en muchos de sus viajes. La razón de ¿porqué el dueño de un cafetín cuenta esas historias? no lo se. Una posible respuesta sea seguramente porque hoy forman parte de su vida.

domingo, 19 de febrero de 2012

Lado B, Parte XI

HISTORIA DESDE LA PATAGONIA II

El 2005 estaba casi terminado con su último trimestre dando la bienvenida. La primavera también llegaba al sur y eso, conbinado con el creciente calor generaba un estado de ebullición hormonal al que todos se adheran para salir. 

EL HERMANO MENOR
El teléfono celular sonó, era un amigo del colegio que soltaba la conocida frase: "¿Salimos hoy?". La respuesta fue obvia y aquel viernes salieron a uno de los boliches de la zona.
En plena madrugada de baile los tres amigos junto a Ezequiel, el hermano de Agustina, desaparecieron y el pequeño gran hombre de la noche se quedó solo sin poder pescar una sola chica. En ese momento de desolación ve a un personaje muy conocido para él. Su cuñado Santiago muy abrazado a una chica. Pensó: ¿Para que pensar lo peor?
Se acerco entre la multitud bailantera y a Santiago no le costó nada desprenderse de la chica y dedicarle toda la atención a su cuñado que le pidió un trago y le preguntó por su hermana.

El sospechoso le dijo que la había llamado pero que estaba cansada y el lunes tenía un parcial así que no había querido ir con él. Ezequiel le preguntó con quien había venido y Santiago sacó de la galera a un amigo. Ezequiel le preguntó por la chica que estaba al lado de ellos dos y él soltó un: "No se recién estábamos riéndonos un rato. Nada raro Eze"- dijo con una sonrisa y bien impune quedó en la escena.

Al otro día Ezequiel se acercó a su hermana y le contó lo que había visto, pero ella le contestó con un: "¡No molestés más nene!" El asunto casi quedó cerrado hasta que a la venda se le aflojó el nudo.

FINAL DE JUEGO 
En noviembre su noviazgo con Santiago hizo un alto. Él la llamó al celular y la invitó a salir. Fue un sábado a la tarde y fueron a tomar algo en un Bar del centro.
La radio del lugar sonaba de fondo pasando temas en inglés, pero nadie los escuchaba o les prestaba mayor atención.
Sentados frente a frente, él la miró a los ojos y le dijo que ya no podían seguir así. Que se tenían que tomar un tiempo para ver que es lo que realmente querían y ella no dejaba de mirarlo sin decir nada. El estaba dando las primeras palabras para terminar la relación. Ella tenía un nudo en el pecho y las palabras de Santiago comenzaron a mezclarse con una balada de los Cranberries que sonaba suavesito por aquella radio.

El seguía hablando de que ya no compartían proyectos y que ella estaba por su lado. No salían a bailar ni pasaban mucho tiempo junto por el trabajo en la librería, la facultad y los talleres.
Ella lo interrumpió y le dijo que jamás lo había excluido, él solo se había alejado. En cuanto a lños proyectos, según ella, simplemente quería independizarse. Y por los talleres, eran lo único que le daban un respiro de la facultad, el trabajo y la familia.

“Si no me entendés entonces no se si sto da para más" -le dijo y agregó-. Jamás te presioné para que consigas trabajo o te quedes conmigo si querías salir. Pensé que pensabamos igual, que queriamos lo mismo y por eso repetaba tus tiempos, así como pensaba que vos respetabas los mios...ese fue un gran error”
Y así siguieron hablando hasta que ella se levantó de la mesa y se fue a su casa. Estuvo todo el fin de semana angustiada, encerrada en su pieza hablando por teléfono con su hermana en Buenos Aires.

Había pasado una semana y su mirada escondía ese dolor detrás de esos ojos avellanas donde solo se podía ver un brillo iluminado por una falsa sonrisa. cada día en la facultad, el trabajo y los talleres le recordaban que pudo ser la culpable de haber roto con una relación a la que había apostado. Nunca se había sentido incomoda con él, sin embargo él la había dejado. Le daba vueltas al asunto y comenzó a pensar que posiblemente sea cierto y le dio lugar a la autocrítica...ella no pasaba mucho tiempo con él y estaba más ocupada que cualquiera de sus amigas sin necesidad.
Por otro lado veía a su familia, ahí, cómoda en su nido sin necesidades de ningún tipo. Aún así sentía que algo en ellos no funcionaba pero todavía no sabía qué. Su papá se ausentaba largos periodos y era normal, en casa de sus amigas eso no parecía muy normal. Era un contrapunto de realidades que notaba mientras más lejos de su casa estaba. Aún así los quería mucho y sentía que en cierto modo estaba ayudando a fastidiar la relacione con su papá.
Necesitaba tiempo para pensar en un año que se estaba despidiendo de la peor forma, su guarida durante días fue su cuarto y el día solo entraba por una enorme ventana de su habitación mientras continuaba estudiando como si estuviera programado que, durante esos momentos, no sentiría nada.


DECISIONES
Llegó finalmente diciembre y la familia de Agustina se reunió para las fiestas. La hermana había llegado de la capital con novedades para todos. Su hermano mayor no había podido llegar para la cena de navidad.

Mientras cenaban en aquella noche buena, la hermana soltó: “Agustina se viene a vivir conmigo”. Al decir esto el padre se quedó inmóvil y la madre le preguntó por la carrera y el trabajo. Todos miraron a Agustina, mientras la hermana hablaba tratando de que todos puedan volverse a ella. Las explicaciones de ella fueron suavizando la noticia, aunque al padre no le agradó mucho aquella “huida”. Nunca había aceptado las decisiones de Agustina pero las toleraba, sin embargo no podía hacerse a la idea de que su hija mas chica se fuera a Buenos Aires.

En enero del 2006, Agustina acompañó al padre a la oficina pues desde allí iría al correo, necesitaba mandarle unos documentos a la hermana en Buenos Aires y ella agilice la inscripción y las equivalencias.
El padre la miró cuando se bajó del auto y se dirigía al correo con tanto entusiasmo, ese que en mucho tiempo no le veía que la esperó hasta que saliera.

Al subir nuevamente él le preguntó que haría con el trabajo, si quería una mensualidad el le podía abrir una cuenta en el banco y depositarle todos los meses una suma. Pero ella se negó. Él la miró sonriendo y le dijo que entonces le deje hablar con alguien que conocía en Buenos Aires, un amigo, que él le daría trabajo sin dudar.
Ella se volvió a negar, pero el padre le pidió que al menos le dejara ayudarle por última vez y así llegaron a un arreglo que terminó con un fuerte abrazo de padre e hija.
Sin vacaciones y con febrero pisándole los talones era el momento de partir y dejar lo que pudo haber sido y empezar lo que puede llegar a ser. Con parte de sus ahorros había comprado el pasaje de micro y para recuperar una parte trabajó hasta último momento en la librería.

Y llegó febrero, el primer sábado de ese mes fue su último día de rutina. Entre apuros y gritos de una madre para que el hermano menor se levantara, toda una familia estaba yendo de un lado a otro. Agustina miraba por la ventana de su cuarto aquel árbol del jardín de su casa y por un momento tuvo miedo al pensar en todo lo que dejaba, luego le cayó una lágrima al pensar en su ex novio del que no se había despedido ni dicho más nada. A esto le siguió un extraño presentimiento de Buenos Aires. El reloj marcaba los minutos y en la puerta de la casa esperaban dos bolsos a ser llevados a una Terminal de ómnibus.

UN VIAJE EN LÁGRIMAS

En la Terminal despidió a su familia con un fuerte abrazo, de esos que se guardan para toda la vida. El padre le recordó que ya había hablado a Buenos aires y que solo tenía que pasar por el negocio. La madre le dio otro abrazo y le pidió que se cuidara. Su hermano la abrazó y le dio una bolsita de papel madera que tenía cuatro discos y un libro que su papá le había traido de un viaje a Ushuaia. Ella se subió al micro y saludando por la ventanilla se alejó de todo siendo, por casi un día, la ruta nacional 25 y en Buenos aires la ruta 3. Esos caminos por el sur pasando por parte de Trelew hasta Rawson y así subir por Río Negro hasta Buenos Aires la mantuvieron media despierta y dormida.
Lo constante del paisaje le recordaba al dique, la laguna y aquellos edificios que en su ciudad habían llevado a su hermana a seguir una carrera de diseño. Nunca tuvo problemas con su papá ya que una arquitecta en la familia no venía nada mal y más cuando el negocio era una constructora.
Mientras recordaba se percató de que había pocos que viajaban en aquel micro, a su lado el asiento vacio le traía una extraña sensación de soledad. Aprovechó para ver los regalos de su hermano menor. Dentro de la bolsa estaban los 4 discos y el libro. A este úlitimo lo tomó del lomo y lo volteó para verlo más de cerca, tenía una notita entre medio de las páginas...al leearla se le lloraron los ojos y guardó la bolsa con los discos debajo de su asiento y se quedó con aquel libro que la acompañó durante el resto del viaje hasta que se fue la luz y sus ojos se cerraron abrazoandolo y guardando los recuerdos de su casa, aquella historia que comenzaba a leer y, reteniendo pequeñas lágrimas, se fue durmiendo.


Sin darse cuenta llegó, en una mañana de domingo, a Retiro. La hermana la esperaba con Pablo el chico de la facultad con el que empezaba a salir. Se abrazaron como no lo habían hecho en mucho tiempo. Al salir de la Terminal el paisaje fue el impacto más gris que sintió en aquel momento. Caminaron hasta el auto de Pablo y dieron una vuelta por la calle de los hoteles, centros comerciales, la Plaza San Martín y la atractiva Torre de los Ingleses. Desde aquel punto medio vacío en Retiro, un domingo, se dirigieron al barrio de la Chacarita....su nuevo hogar.

Continuará...

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