LA SEGUNDA ESCALA
Era la mañana del lunes 8/03. Tenía la mochila preparada para continuar su viaje en dirección a El Mollar, un lugar de paso al oeste de Tucumán. Estaba por recorrer 103 Km. desde la capital tucumana. El camino sería la ruta 307.
Este es un momento del relato en que me pierdo un poco, lamentablemente no tengo tanta información como quisiera. Sin embargo es muy posible que se haya tomado un micro de corta distancia. Prefiero pensar eso, ya que en esta parte de la historia los medios de traslado comienzan a variar, a tal punto que Pablo llega a ser independiente de tales servicios de transporte. Tanto es así que la senda le fue proporcionando lo que necesitaba a medida que avanzaba, más y más, a su destino incierto.
Sin importar como haya ido, llegó finalmente a El Mollar, una localidad que pertenece a Tafi del Valle. Allí acampó dos días.
En la inmensidad del viento había llegado el momento de utilizar sus propias herramientas, su querida bici amarilla, esa que tanto había esperado tener en sus manos y que lo había acompañado desde su casa. La tomó del manubrio y montó en cima de ella. Como quien tuviera un corcel de hierro, salió a explorar el camino.
El cielo por momentos naranja, por momentos celeste. El sol gestaba a su lado una silueta, una constante y sombría perseguidora, que se mantuvo a su lado hasta que cayó la noche. El camino a Tafi le regalaba vistas panorámicas desde el cerro. Mientras tanto, a su lado, pasaban los coloridos cementerios. Todo era rústico y cautivador. Si existen bellezas en el norte, esta es una de ellas.
Y llegó a Tafi, allí pudo ver y sentir el lugar pero la noche lo forzó a volver de nuevo al campamento.
Para ubicarnos estamos en la tarde del miércoles 10/3. En su casa de José C. Paz, la madre y la abuela tomaban unos mates mientras se preguntaban: "¿se estará bañando?"
Un amigo que no tenía noticias desde su partida, hacía ya cinco días, fue hasta su casa. . Las cartas eran casi imposibles de escribir por que Pablo estaba en constante movimiento. Por suerte la familia podía comunicarse por un teléfono celular al que le cargaban crédito desde Buenos Aires. La casa notaba su ausencia. Su mamá contó lo poco que sabía, su hijo no se quedaría más tiempo en Tucumán.
¿Cómo viajar este nuevo trecho? Decidido en su búsqueda viajó a dedo por la Gran Ruta Nacional, desde Tafi del Valle rumbo al norte, siempre al norte. Tras varios intentos logró detener a un camión. Hoy me parece increíble que haya viajado a dedo, pero lo hizo. El viaje se pasó rápido, los dos necesitaban un compañero de viaje, aunque sea alguien con quien hablar.
Sin importar como haya ido, llegó finalmente a El Mollar, una localidad que pertenece a Tafi del Valle. Allí acampó dos días.
En la inmensidad del viento había llegado el momento de utilizar sus propias herramientas, su querida bici amarilla, esa que tanto había esperado tener en sus manos y que lo había acompañado desde su casa. La tomó del manubrio y montó en cima de ella. Como quien tuviera un corcel de hierro, salió a explorar el camino.
El cielo por momentos naranja, por momentos celeste. El sol gestaba a su lado una silueta, una constante y sombría perseguidora, que se mantuvo a su lado hasta que cayó la noche. El camino a Tafi le regalaba vistas panorámicas desde el cerro. Mientras tanto, a su lado, pasaban los coloridos cementerios. Todo era rústico y cautivador. Si existen bellezas en el norte, esta es una de ellas.
Y llegó a Tafi, allí pudo ver y sentir el lugar pero la noche lo forzó a volver de nuevo al campamento.
Para ubicarnos estamos en la tarde del miércoles 10/3. En su casa de José C. Paz, la madre y la abuela tomaban unos mates mientras se preguntaban: "¿se estará bañando?"
Un amigo que no tenía noticias desde su partida, hacía ya cinco días, fue hasta su casa. . Las cartas eran casi imposibles de escribir por que Pablo estaba en constante movimiento. Por suerte la familia podía comunicarse por un teléfono celular al que le cargaban crédito desde Buenos Aires. La casa notaba su ausencia. Su mamá contó lo poco que sabía, su hijo no se quedaría más tiempo en Tucumán.
Mañana del jueves 11/03 en el campamento. Las chicharras cantaban sin cesar y algún que otro árbol se movía entre las brisas. El sueño era imposible de continuar, se despertó y tomó sus cosas. Se enfiló a seguir la senda pero esta vez su compañera de dos ruedas tendría que quedarse. Los grandes vientos y un camino desconocido no eran terreno para esa bicicleta. Por otro lado las alturas ya eran demasiado para él solo, pues estaba empezando a sentir fuertes dolores de cabeza. El viaje de ella terminó allí. Levantó campamento y se fue. Volteó una sola vez como quien despide a un gran amigo y, en ese mínimo segundo, dejó sus lágrimas atrás con la idea fija de "algún día te voy a volver a buscar". Levantó su vista hacia el frente y continuó hasta que su corazón le dijera "aquí".
Esta historia continuará...
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