Corsino vive en las afueras del conurbano bonaerense. Hace varios años heredó un café en el que trabajó desde los doce años. Aquel bar, más conocido como La Milonga, se encuentra en la ciudad de Buenos Aires resistiendose al paso del tiempo. Como buen símbolo del melodrama, Corsino cuenta y comenta las andanzas de personas que alguna vez se acercaron al café. Pero también escribe lo que se ha enterado y ha vivido en muchos de sus viajes. La razón de ¿porqué el dueño de un cafetín cuenta esas historias? no lo se. Una posible respuesta sea seguramente porque hoy forman parte de su vida.

domingo, 12 de febrero de 2012

Lado B, Parte X

HITORIA DESDE LA PATAGONIA I

Era el año 2004, Povincia de Chubut, Argenina...ya había pasado casi un año desde que empezaron a salir. Luego de la fiesta de fin de curso le pusieron fin a su relación de compañeros de escuela para convertirse, finalmente solo en novios.

ALGO DE SANTIAGO
Santiago recién llegaba al colegio donde cursaba Agustina y, desde que la vio en el aula, no había dejado pasar un solo día para acercarse.
Él se había cambiado de colegio el último año de cursada porque el padre consiguió un trabajo de contador público en una constructora de Trelew.
Una tarde Santiago la había esperado a que saliera del colegio y la acompañó hasta la casa. Una cuadra antes de llegar un beso selló el noviazgo.
A mitad del último año de colegio estaban casi siempre juntos. Iban a los cumpleaños, a bailar agarrados de las manos y soñando con que todo el tiempo estaban rodeados por corazones con alas que flotaban de un lado a otro.
Cuando comenzó el año 2005 su trabajo sería estudiar para seguir los pasos de su padre y ser contador. Todo era una vida en ascenso. Su carrera tenía un futuro asegurado en el negocio familiar, su novia era muy linda y de “una buena familia”. Sus días eran libres para hacer lo que él quisiera con su mayoría de edad. No existían preocupaciones ni la más mínima obligación. Solo tenía que cumplir con la cursada universitaria y estar todo el tiempo con ella. Quería vivir más allá de lo que hasta el momento conocía en el colegio.
Los dos apostaron a una relación que se había consolidado en algún momento del viaje de egresado y lo decidido por sus sentimientos fue lo que los mantuvo juntos al egresar. A pesar del miedo al cambio, este se fue alejando cuando los dos continuaron la vida juntos y afrontaron los nuevos compromisos a medida que pasaba el tiempo.

ALGO DE AGUSTINA

Era el año 2005 y de su bachiller en ciencias económicas obtuvo dos resultados. Un novio y un mandato familiar sobre su carrera. Pero un mes antes de las inscripciones a la universidad, luego de pensarlo bien, algo en su le hizo cambiar de parecer sobre lo que quería seguir.
Santiago, su novio, le aconsejó que siguiera lo mismo que él: "para eso habían hecho el bachiller", fue uno de los tantos argumentos que utilizó, pero nada de lo que él le dijo logró que ella cambiara de opinión.

Se inscribió en la sede de Ciencias jurídicas, esto provocó que Santiago y su padre estuvieran de muy mal humor las primeras semanas. De apoco comenzaron a aceptar la decisión de la hija y de la novia, aunque fuera en apariencia.
Ella siguió adelante sin saber que era lo que más le atraía de esa carrera. También continuó yendo a sus talleres de literatura infantil, algo que le apasionó desde muy chica en la escuela de Artes en Trelew. Este era un pequeño instituto que incentivaba a la lectura y composición en los más chicos. Al crecer uno podía optar por seguir yendo o cambiar de ambiente y comenzar a ir a un club literario de la mima escuela. Ella se quedó allí ayudando a las maestras con los chicos que ingresaban.

Esta actividad fue tan importante para ella que aquel año, junto a las maestras y amigas, movieron cielo y tierra para que Trelew tuviera una Escuela de Bellas Artes. Después de proponérselo, la parte fácil fue que la municipalidad aceptara y comenzara la constricción de la escuela en el 2007, aunque para entonces ella ya no estaría allí.

Su novio había aceptado la decisión luego de algunos planteos. Salían a casi todos los lugares que les ofrecían la ciudad y la provincia.
En las vacaciones de invierno fueron a Puerto Madryn con la familia de Santiago y allí vivieron el romance más antológico. Pero a medida que pasaba el tiempo también comenzaron a prestar más atención a sus diferencias.
Él estaba casi siempre con ella aunque muchas veces no compartieran los mismos gustos. Él prefería escuchar música electrónica y ella rock; él trataba de salir todos los fines de semana, ella  casi nunca tenía tiempo siempre tenía que adelantar algo de lectura para la facultad; el se gastaba fortuna en un juego de video, ella se gastaba monedas en libros; él odiaba el sur, ella lo amaba.
Aunque todo eso no era importante, ellos ya sabían como era cada uno y lo importante era llevarse bien y estar juntos. Sin embargo los planes que ella tenía comenzaron a ser muy diferentes al igual que los tiempos de él.



EL HERMANO MAYOR Y EL PADRE

El hermano de Agustina se encontraba trabajando en la provincia de Santa Cruz como ingeniero petroquímico, ya estaba casado y vivía en un pueblito cercano a los Andes, el Chaltén. Debido a su trabajo casi no frecuentaba a su familia más que para las fiestas y alguna que otra llamada por teléfono.
Su papá, en cambio, tenía una constructora en Trelew y colaboraba en varios emprendimientos empresariales.
Para mediados del 2005 se ausentó por casi dos meses debido a un viaje que hizo más al sur, a Tierra del Fuego. El camino lo hizo en camioneta y se desvió a visitar a su hijo quien también tenía que hacer un viaje a Tierra del Fuego, Ushuaia.

Una vez juntos el camino no fue tan largo como el que hizo el padre desde Trelew. Al llegar se separaron pues cada uno tenía que ver a sus contactos. Estuvieron juntos una semana y el hijo aprovechó el tiempo libre para hacer caminatas por la ciudad que alojaba a algunos turistas.
Un día, padre e hijo se juntaron para almorzar en un restaurante del centro. Comentaban sus cosas, que su hijo estaba nervioso porque estaba por ser padre y los consejos que nunca faltaban del que tenía más canas no se silenciaban. Hablaban de Agustina y sus decisiones, del consejo del hijo para que el padre no se metiera, de la hermana en Buenos Aires y la madre que los extrañaba a todos.
Mientras hablaban un grupo de turistas entre ellos algunos españoles se sentaron cerca de ellos y arrimaron mesas pues era un contingente. Comieron más rápido que el padre e hijo que llevaban casi una hora allí. Se fueron apresurados y por la ventana se los veía subir a una combi.

Habiendo terminado su café y hecho la sobremesa, el hermano se levanta para ir al baño mientras el mozo traía la cuenta. A los tres pasos se tropieza con un pequeño bolso marrón, mira a su alrededor y ya no había casi nadie en el restaurante, al parecer uno de los turistas se había olvidado parte de su equipaje. El ingeniero se acercó a la barra y preguntó si se habían ido los turistas que estaban almorzando a su lado. El hombre del mostrador dijo que estaban volviendo para el Calafate, Provincia de Santa Cruz.

El chico con el bolso en la mano no dijo nada más y continuó su camino al baño, salió, pagó la cuenta a medias y se fueron a una de las cabañas que tenían alquiladas. Allí le comentó a su papá lo que había encontrado mientras miraba en su interior, había un libro, un par de lentes, un recibo y algo de ropa liviana. Ningún documento.
La ropa no le iba asique se la dejó al padre, se quedó con el par de anteojos y el libro casi nuevo. Según él tenía algo para leer para lo que le quedaba de estadía y la vuelta a su hogar.
Y finalmente llegó el último día en que padre e hijo estuvieron en Ushuaia, el ingeniero tenía que volver con su familia en el Chaltén. Pero se separaron con la promesa del padre de que cuando volviera a Trelew pasaría por la casa de su hijo a tomarse una cerveza.

ALGO DE LA FAMILIA

La familia de Agustina para el 2006 estaba compuesta por cuatro hermanos: Un hermano de 27 años, una hermana de 24 años, Agustina de 19 y el hermano menor de 14 años. La hermana mayor de Agustina, desde Bueno Aires, le hablaba de lo bien que le estaba yendo en la carrera y de que había conocido a un chico en la clase de Representación Arquitectónica. Su nombre era Pablo y vivía en Villa Rosa pero, al igual que la hermana este tenía un departamento en el centro. La relación entre ellas siempre siempre fue agradable.
En cambio el hermano menor de Agustina la molestaba todo el tiempo y salía cada fin de semana como buen estudiante secundario de catorce años. Su familia estaba pasando un momento de transición, ese momento en que desde los ojos de los padres se ve a los hijos crecer y, desde el punto de vista de los hijos que ya no necesitan tanto de la opinión de sus padres. La adaptación se les hacía difícil pero trataban de llevarla con el mejor ánimo a medida que iban apareciendo las asperezas.

El primer cuatrimestre de cursada Agustina consiguió un trabajo en una pequeña librería de Trelew y comenzó a tratar de ahorrar. La opinión del padre en el fondo le importaba en lo que estaba emprendiendo, el hecho de que no aprobara la mayoría de sus decisiones como lo era su carrera, le afectaba y por momentos se notaba en la convivencia.
A pesar de todo se sentía a pleno, pero sin darse cuenta se encontraba de espaldas a un nubarrón atraido por la reciente primavera de septiembre.


Continuará...

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