Hola, les cuento muy rápido de que se trata este rincón. Es una milonga, un cafetín al paso, un lugar en el que detrás del mostrador está Corsino.
Hace 25 abriles que vivo en Buenos Aires, una ciudad furiosa y sumergida entre los edificios renegridos por el paso del tiempo. Cuando mi papá era chico mi abuelo lo llevó a un café que pasó a ser su segundo hogar. Luego llegó mi turno y, esta vez, fue mi papá quien me llevó al café. En este lugar ví los mejores partidos de villar, a mi abuelo quedar invicto en las damas y escuchar los comentarios de las grandes peleas en el Luna Park. Este café es La Milonga.
La Milonga es uno de los últimos refugios para la imaginación, los partidos del domingo, la actualidad y los cuentos nacidos de anécdotas. Muchas de ellas increibles. El bar aún guarda sus tradicionales códigos y bajezas: las penas, la nostalgia, la amistad, amores, desamores, revanchas, remembranzas, ebullición, tranquilidad, alegría y las aventuras de los que alguna vez pasaron a tomar algo. Un todo que forma los cimientos de este café, con sus virtudes y sus defectos.
Mucho de lo que saldrá a la luz ha dado la vuelta al mundo y, por algún motivo, llegó a este humilde boliche. No es que sea precario pero, aún hoy, en la puerta tiene su nombre escrito con letras fileteadas.
¿Dónde está? En la ochava de algún barrio. Un atajo: esta ventana ¿Con qué se van a encontrar? No tengo la menor idea.
Si quieren leer alguna historía pueden hacerlo, están en la columna derecha. Y si quieren hablar con Corsino, pueden enviar un correo a:
lamilongadecorsino@gmail.com
Y ahora si me voy ¡Sean muy bienvenidos!
Corsino vive en las afueras del conurbano bonaerense. Hace varios años heredó un café en el que trabajó desde los doce años. Aquel bar, más conocido como La Milonga, se encuentra en la ciudad de Buenos Aires resistiendose al paso del tiempo. Como buen símbolo del melodrama, Corsino cuenta y comenta las andanzas de personas que alguna vez se acercaron al café. Pero también escribe lo que se ha enterado y ha vivido en muchos de sus viajes. La razón de ¿porqué el dueño de un cafetín cuenta esas historias? no lo se. Una posible respuesta sea seguramente porque hoy forman parte de su vida.
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